Madre de familia hace
llamado para seguir luchando por agua limpia
Silvia
Núñez Esquer
Hermosillo,
Son., 8 agosto 2015.- Marisela Mejía es una joven madre de familia, originaria
de Hermosillo, residente desde hace dos años en Baviácora, Sonora. El lugar es
uno de los ocho pueblos del río Sonora que la comisión presidencial considera con
presencia de afectados por el macro derrame de metales tóxicos del año pasado.
El
envenenamiento del agua de los ríos Bacanuchi y Sonora, ha causado múltiples
daños a la ecología, a la salud, a la economía, la estabilidad psicosocial, y
al tejido social en general. Al cumplirse el primer aniversario de la atrocidad,
más de quinientas personas han manifestado haber presentado al menos uno de los
síntomas consecuentes de la presencia de metales pesados en sus cuerpos.
Ronchas en
la piel es la manifestación más común, pero con ella también puede venir la
caída de cabello, las erupciones con agua (sobre todo en los niños),
escoriaciones tipo quemadura que pueden llegar a la necrosis, adormecimiento de
alguna o varias partes del cuerpo, y en casos más graves, afectaciones en
órganos internos y enfermedades crónico degenerativas como hipertensión y
diabetes.
Pero hay
quienes fueron víctimas del doble crimen: El derrame en sí de los cuarenta mil
metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado y otros; y el silencio ofensivo
por no alertar de inmediato a la población, pues se sabe que el río Sonora no
sólo es el origen del sustento de los pueblos, sino que es un punto turístico
frecuente, principalmente en el verano. Era obvio que siendo principios del mes
de agosto, de una o de otra forma, la población tendría contacto directo. Pero
Grupo México calló.
En su testimonio,
Marisela Mejía, madre de familia afectada por la irresponsabilidad de la
empresa por no avisar del macro derrame de metales pesados al río
Bacanuchi y río Sonora, narró que tanto sus hijos Alfredo y Nicole Yanez Mejía,
como ella misma tuvieron contacto directo con el agua envenenada un día después
del derrame, pues la mina Buena Vista, generadora del desastre ecológico no
alertó del riesgo a los pobladores.
Marisela
compartió que ha tenido que dar innumerables vueltas a centros de salud, invertir
de sus recursos personales, a pesar de que las autoridades informan que
supuestamente están velando por el bienestar de las y los afectados. Todo esto
para obtener atención médica para su hija e hijo y para ella misma. Su vida ahora
gira en torno a los trastornos en la
salud producidos por el agua contaminada del río Sonora.
A pesar de
su drama familiar, la madre de familia alerta a las y los habitantes de
Hermosillo y todas las comunidades que se encuentran contiguas al río Sonora, a
no caer en la inacción. Los contaminantes del agua del río Sonora ya llegaron a
las tuberías domésticas de la capital.
Ella sabe
lo que es que quienes están “encargados” de monitorear la maltrecha salud
provocada por los tóxicos sean estigmatizados porque al final el diagnóstico, -sin
ningún tipo de evidencia científica- sea que padecen Sarna (Escabiosis), o que
están afectados psicológicamente lo que supuestamente somatizan a través de esas
reacciones en el cuerpo.
Lo
interesante es que el personal médico no tiene una explicación de por qué de
pronto y justo después del 6 de agosto de 2015, tanta gente padece esa
enfermedad que se produce por el contacto con un parásito, cómo se la
contagiaron unos a otros a lo largo del río Sonora, y por qué antes no había sucedido eso.
Ella desea
que Hermosillo se vea en el espejo de los pueblos afectados directamente, y que
las familias eviten verse en la suya. Consciente de su condición de salud,
Marisela Mejía dedicará su vida a luchar por tratamientos dignos para ella y
para su hija e hijo. Es una más del ejército de personas que pugnan por agua
limpia, un hospital de alta especialidad, y por expulsar a Grupo México de
Sonora.
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