lunes, 27 de agosto de 2012

Ni siquiera en nombre del amor


La violencia contra las mujeres hoy en día alcanza niveles ofensivos, diariamente aparecen en medios de comunicación, tanto locales como de cobertura nacional, casos que sacuden e indignan por su gravedad y por la saña que demuestran.  El pasado 16 de agosto, Rafael intentó asesinar a su ex novia –Katherine- en los jardines de la Universidad Iberoamericana de Puebla, donde ambos eran estudiantes. La chica recibió tres puñaladas y en total una decena de lesiones que ponen en riesgo su vida. El motivo: se resistía a continuar la relación con el agresor. Algunos testigos -de ambos sexos-, les vieron discutir y escucharon los gritos de Katherine, pero no intervinieron para brindarle apoyo pues ellos pensaron que estaban jugando; uno de ellos argumentó que si eran novios no tenían por qué meterse.
Al llegar al lugar de los hechos, el director de la Policía Ministerial del estado, declaró: “Es un problema entre ellos, son pareja; parece que tienen un vínculo sentimental”. Al siguiente día un portal de noticias publicó: “Después de que el estudiante acuchillara a la novia, trato de suicidarse con la misma arma, lo que nos hace pensar que estaba sumamente arrepentido de lo que había hecho”. La Ibero por su parte, lamentó lo sucedido en un comunicado de prensa, pero afirmó que “ocurrió en medio del contexto de una interacción de carácter privado” y ofreció ayuda a las familias de los implicados. Este es el ambiente cotidiano en que se da la violencia feminicida, uno tal que: 
1.      Permite, facilita y acredita que la vida de las mujeres sea puesta en riesgo.
2.      Defiende y justifica a los agresores en su ejercicio de poder y subordinación hacia sus víctimas, o bien los presenta como enfermos que requieren de apoyo.
3.      Consiente que las instituciones se laven las manos y evadan su responsabilidad en el respeto y garantía de los derechos humanos de las mujeres y las niñas.
4.      Las y los ciudadanos no sienten compasión de las víctimas, ni responsabilidad de actuar en su defensa.
En casos de violencia de pareja como el que enfrentó Katherine, suele argumentarse que suceden en nombre del amor: “la quería tanto que no podía perderla”, “por eso la celaba”, no la quería compartir con nadie. Estas afirmación son erróneas y de lo más dañinas, no es amor lo priva para que una persona –en abuso de su fuerza y poder- agreda y denigre a otra; sino la intención de dominar, de hacer valer su voluntad más allá de los sentimientos, deseos y aspiraciones del otro y ello implica negarle capacidades, tomarle como objeto y desconocerle como sujeto. 
En México aproximadamente 8 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 24 años que tiene relaciones de pareja, ha manifestado haber enfrentado algún tipo de violencia en el noviazgo, principalmente de tipo sicológico. Este incluye: bromas hirientes, chantajes, mentiras, engaños, dejar de hablar, celar, culpabilizar, descalificar, ridiculizar, humillar en público, intimidar, amenazar, controlar, prohibir, vigilar en redes sociales, etc. Los efectos de esta violencia son muy insidiosos toda vez que merma la autoestima y la capacidad de acción de las mujeres. Es importante recalcar que la violencia opera de manera combinada y que las mujeres que la enfrentan señalan que se trata de un continuum, que progresivamente transita a otras formas como la física y la sexual y pone en riesgo sus vidas. 

La violencia contra las mujeres no se trata de un asunto privado, sino de un grave problema de interés público, uno que requiere la acción comprometida y urgente de las instituciones y de la sociedad en el sostenido combate de los mecanismos de reproducción de la violencia, al mismo tiempo que deben generar las condiciones para que las mujeres puedan ejercer sus derechos en libertad, principalmente el derecho a una vida digna y pacífica. Necesitamos sociedad que haga saber a nuestras jóvenes y niñas, que son valiosas y dignas de respeto, que la violencia no es permisible ni siquiera en nombre del amor.

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