Nadie olvida a Esmeralda. En su recuerdo sus amigas han erigido una tumba frente al arrollo en donde fue arrojado su cuerpo. |
El cuerpo
habla: es un feminicidio
Silvia Núñez Esquer
Navojoa, Sonora, 25 noviembre 2011.- A las ocho de la mañana del sábado 15 de octubre un grito infantil llamó la atención de las familias de la colonia SOP de la ciudad de Navojoa, Sonora, que con ingenuidad anunciaba escandalosamente: “Hay una mujer tirada en el arrollo”.
La madre del menor salió de su casa y le fue imposible pasar inadvertida la aglomeración de personas en la esquina de la cuadra quienes dirigían su mirada hacia el suelo porque ahí, tirada, entre algunas piedras, una de las cuales todavía tenía sangre de su cabeza, yacía Manuela Esmeralda Morales Perea.
En este arrollo el victimario tiró a Esmeralda hasta acabar con su vida |
Ahí donde los jóvenes se mimetizan con la noche caminando por las calles sin pavimento, convertidas en boca de lobo por la escases de luz pública, quedó el cuerpo de Manuela Esmeralda. No hubo gritos que alertaran de la atrocidad, los golpes fueron secos, contundentes, fulminantes.
“Dicen que no tenía ropa, pero que vinieron muy tarde a recogerla, por eso todos la veían desnuda. Los policías no dejaban que la tocaran ni que le echaran algo encima. Ahí estuvo la niña tirada hasta las once sin que nadie pudiera hacer nada”. Esto nos contó una vecina de la calle Potam, vía que en la esquina con Arizpe fue el lecho de muerte de Esmeralda.
La sonrisa de la adolescente se apagó como castigo del joven que insistió en acompañarla a su casa desde la fiesta en donde ambos se divertían. Ella no quería irse con él, pero éste insistió hasta que la convenció y fue así que cuando ambos caminaban hacia su vivienda él le pidió un beso, rechazarlo le costó la vida.
Eduardo Valentín Martínez Borbón, de 21 años no perdonó la negativa, no soportó que Esmeralda se rehusara a su petición haciendo uso del derecho a decidir sobre su cuerpo, como el ser autónomo que era.
El castigo fue inmediato. Sus puños se estrellaron con furia en el rostro de Esmeralda y fue tal la fuerza, que cayó al suelo, lo que él aprovechó para seguirla golpeando y pateando hasta dejarla inconsciente. Al tenerla ahí, inerme, a su disposición, indefensa, sin voluntad, decidió no sólo cobrar el beso negado, sino ¿por qué no? Abusar sexualmente de ella, violarla para demostrar su superioridad de hombre sobre la mujer.
Calle por la que Esmeralda vivió sus últimos días |
El arrollo le pareció bien para tirarla. Ahí se creería que la atropelló un carro, pensó. Y así, la arrastró unos pasos más deshaciéndose de su amiga y tranquilamente regresar a la fiesta para continuar divirtiéndose.
Días después, una cuadra adelante, frente a la que fuera la vivienda de la joven, su madrina y vecina, con los ojos invadidos de tristeza nos pone al tanto de cómo creció la niña que se crió entre su casa y la de los árboles de plátano: la de Esmeralda.
“Le gustaba cantar, era muy amiguera, decía que iba a ser artista” agrega con cariño. La nostalgia pone palabras en su boca: “Estaba estudiando, ya estaba en la prepa. Era una niña muy buena, no se merecía lo que le hicieron. Y mi comadre pobrecita, está muy triste, y ahora hasta se enfermó. No es justo lo que le hicieron”.
El cuerpo habla: es un feminicidio
El de Manuela Esmeralda encuadra exactamente en lo que configura un feminicidio. Homicidio calificado con premeditación, alevosía, traición y brutal ferocidad, fue el delito por el que consignaron a su victimario. Aún así, por más fuerte que parezca, no refleja todos los derechos violados a esta joven.
La libertad
para vivir sin violencia. El derecho a la igualdad, el derecho a la no
discriminación, el derecho a decidir, el derecho a la dignidad, el derecho a la
vida, fueron atropellados por el feminicida que esa madrugada se tomó la
atribución de imponer su voluntad sobre la vida o muerte de Esmeralda.
El componente sexual dado por el intento de violación es indicativo preciso de que estamos ante la presencia de un feminicidio. La disposición del cuerpo, al ser desnudado y arrastrado para tirarlo en el arrollo, es otra de las características propias del feminicidio.
Acabar lentamente con la vida de la mujer hasta el deceso es propio de los feminicidas que buscan castigar el comportamiento de la víctima. Consideran que deben corregirla porque tomaron una mala decisión al no acceder al control del hombre. Para ellos lo importante no es que la mujer pierda la vida, sino mostrar todo lo que éste es capaz de imprimir a la víctima para imponer su voluntad, incluso si es necesario acabar con su vida.
Otra de las características del feminicidio es que ambos pueden ser conocidos o incluso, pareja o ex pareja sentimental. El seducir a la víctima para llevarla prácticamente al matadero, es una de los supuestos posibles para que se acredite el feminicidio como delito, en donde sí está tipificado.
El llevarla a un lugar apartado es con el fin de incomunicarla y para que como Esmeralda, la víctima no pueda pedir auxilio mientras el feminicida opera hasta cumplir su voluntad.
De ahí que la existencia del feminicidio como un delito autónomo es imprescindible para distinguir las motivaciones que llevaron al victimario a privar de la vida a la mujer. Mientras los operadores de justicia tengan herramientas incompletas, seguirán guiándose por el mero hecho de la pérdida de la vida.
Es necesario que ellos mismos reconozcan los derechos violados a las mujeres asesinadas por el hecho de ser mujer, y que el feminicidio es un delito de alto impacto al ser multiofensivo. Se requiere el presupuesto suficiente para dotar a las instituciones de impartición de justicia con tecnología adecuada para cumplir los postulados de la sentencia del 10 de diciembre de 2010, referente al caso Campo Algodonero, de Ciudad Juárez.
La similitud entre esos crímenes y el modus operandi del asesino de Manuela Esmeralda Morales Perea, es ilustrativa. A todas las aislaron, en todos los casos existe el componente sexual, a todas las privaron de la vida en forma fría, cruel, brutal, y lentamente.
Manuela Esmeralda ahora descansa en el panteón de Macoyahui, municipio de Álamos. Con ella se fue la alegría de la familia, la salud de su mamá, las esperanzas del proyecto de vida. Ojalá que su partida sirva de motivación para que también con su muerte, venga una mejor legislación para que no haya más jóvenes asesinadas en Sonora*.
Algunas cifras del OCNF/Sonora:
En 2011 han muerto asesinadas 43 mujeres cuyo crimen se considera intencional.
Son 11 las
jóvenes de entre 11 y 20 años que han sido asesinadas.
Son 8 las
mujeres que han sido asesinadas por golpes en la cabeza con piedras, block de
cemento u algún otro objeto contundente.
Las principales causas de los feminicidios en
Sonora son: celos, desacuerdos con las decisiones de las mujeres, negarse a
continuar una relación o terminar con la misma, venganza por haber terminado la
relación en el pasado, inicio de la mujer de una nueva relación, venganza con
algún hombre cercano a la víctima utilizándola como bien destruido, y negarse a
realizar las tareas asignadas como mujer.
Sonora
ocupa el octavo lugar en incidencia de feminicidio en el país.
* Este es
uno de los casos documentados por Observatorio Ciudadano Nacional del
Feminicidio/Capítulo Sonora.
1 comentario:
AUN SIGUE LIBRE VIVE EN NAVOJOA EL ASESINO
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