lunes, 17 de octubre de 2011

Mujeres rurales y el derecho a la educación

A propósito del Día de la mujer rural

Silvia Núñez Esquer

Pesqueira, Son., 15 octubre 2011.- Vivir en el área rural es la prueba de resistencia más grande para las jóvenes que desean seguir estudiando y tienen en su horizonte ser profesionistas.

Hijas de jornaleras y jornaleros, indígenas o no, las estudiantes universitarias han de sortear toda clase de obstáculos, incluso el de la discriminación, pues para proveerse de transporte se las tienen que ingeniar para estirar el presupuesto, al  no estar contempladas en el viaje gratis del Sistema de transporte urbano del Estado, Bus Sonora, por ser estudiantes “foráneas”. 

Josefina Pérez Martínez es un ejemplo de ello. Como alumna del quinto semestre de la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Sonora, invierte 26 pesos diarios en transporte desde Pesqueira, su lugar de residencia, a la ciudad de Hermosillo, ubicado a 44.5 kilómetros de distancia. 
 El empoderamiento tecnológico, clave para el avance educativo
aquí Josefina Pérez Martínez con su familia 
Trece pesos de ida y trece de regreso han de pagar para llegar al destino del saber, y volver a sus viviendas rurales. Con el plan de viaje redondo gratis para estudiantes, a estas jóvenes sólo les cubre desde el centro de Hermosillo en donde termina la ruta que toman en Pesqueira, hacia las instalaciones universitarias. 

A ellas ese tramo no les preocupa pues están acostumbradas a hacerlo a pié. Sin embargo, el fuerte del gasto, de una comunidad a otra, es lo que las angustia. Y no sólo por lo que cuesta, sino por lo que significa que les llegue la noche en la ciudad de Hermosillo, pues las líneas no tienen una hora fija de regreso. 

Por ello es que en algunas ocasiones han vuelto de raite, con personas que llevan su mismo destino, con  el respectivo riesgo para su seguridad. Pero todo es mejor, que quedarse a ser testigas de cómo poco a poco al avanzar la oscuridad de la noche, también se hace más grande la soledad en la terminal.

Josy como le llaman cariñosamente en su comunidad, es una líder. En su proyecto de vida está el ser profesionista y también presidenta del municipio de Pesqueira. De ascendencia triqui, ha aprendido de su padre, Bernardo, y de su madre Alicia, que la organización ciudadana es fundamental para avanzar en comunidad. 

Su sonrisa es siempre abierta y franca, incluso cuando en las temporadas de pizca trabaja como jornalera agrícola para reunir fondos para seguir estudiando. “Es muy pesado, pero no hay de otra”, es lo que concluye entusiasmada. 

Su día empieza a las cuatro y media de la mañana, para poder estar lista a las cinco y media, hora aproximada en que pasa el camión que la dejará en Hermosillo para entrar a la escuela a las ocho en punto. 

Al salir de clases a la una de la tarde, es necesario correr para tomar el camión directo de regreso, pues el siguiente saldrá a las cuatro. De no alcanzarlo, tendrá que tomar otro que va a Zamora, ubicado a 19.5 kilómetros de Hermosillo y de ahí esperar otro camión con rumbo a Pesqueira, sin un horario fijo. De ser así, Josefina  llega a su comunidad en dos horas por lo menos. 

El raite es otra opción para llegar de Zamora a Pesqueira. Con personas conocidas o desconocidas que se lo ofrezcan. Ante el riesgo contesta que prefiere tomarlo, que estar hasta tres horas esperando el siguiente autobús. 

Peor era la situación cuando en el primer semestre tenía el turno verspertino. Sus clases terminaban a las cinco, pero ante la variabilidad de horarios de los transportes, podría llegar hasta las nueve de la noche, como le ocurrió una vez. 

O incluso, al tener que acudir a clases en fechas especiales como el 15 de septiembre, día en que no hubo transporte vespertino a Pesqueira, verse obligada tanto ella, como sus compañeras a regresarse de raite.
 
Las jóvenes del área rural próxima a Hermosillo, corren riesgos de los que está consciente Josefina Pérez: “corremos el riesgo de que nos asalten, o nos secuestren, pero no nos queda de otra”.

Como integrante de la etnia triqui, Josy escogió Trabajo Social como su carrera, por considerar que es una profesión que ayuda directamente a la gente. El que no los atiendan bien en los servicios de salud por el solo hecho de no saber hablar bien el español, es una de sus preocupaciones. “O les hacen cara de fuchi” , dice mientras refrenda su deseo de ayudar a la comunidad de Pesqueira.

Josy la jornalera

En sus vacaciones, Josefina aprovecha para trabajar en el campo para ahorrar y seguir estudiando. Pesqueira es una comunidad que absorbe gran porcentaje de población migrante contratada por periodos determinados, y que también ha cobijado a grupos étnicos que han fijado su residencia ahí, cerca de los campos donde hay trabajo. 

Diciembre y enero, meses en que se trabaja la poda de uva, son de labores muy duras, según nos cuenta Josefina. Realmente es para hombres, pero por necesidad tiene una que trabajar, reflexiona. Usar la tijera, juntar la basura y luego tirarla, son algunas de las actividades. Pero hay otra amenaza: “si no lo haces bien, corres el riesgo de que te despidan, o que no te paguen”. 

El trabajo en el campo es uno de los menos supervisados, pues la Secretaría del Trabajo y Previsión Social no cuenta con los suficientes supervisores, ni tiene un plan de protección a las y los trabajadores agrícolas, según han documentado el Centro de Reflexión Laboral, CEREAL, y la Red sonorense por la defensa de los derechos humanos laborales. 

La joven que ha trabajado con azadón, la pizca de calabaza, y el pepino, de lo cual tiene que cargar cajas sumamente pesadas, también utiliza algunos sábados y domingos para trabajar, y así allegarse recursos, principalmente destinados al transporte hacia y desde Pesqueira a Hermosillo. 

Considera que el gobierno del Estado debería también apoyar a mujeres y hombres con deseos de progresar, y que están dispuestos a estudiar y trabajar para obtener un grado escolar superior. Son los que más batallan, medio comen, pues su trayecto es mucho más largo.

A las jóvenes audaces y disciplinadas como Josefina Pérez, se les debería de escuchar para formular políticas públicas desde y para las comunidades. En el escritorio las necesidades se vuelven lejanas, y sumamente ajenas a las vivencias reales. 

Es bueno que las jóvenes lleguen lejos por sus propios méritos, pero también es justo que sean tratadas con equidad, en condiciones similares a las de los demás estudiantes. También son contribuyentes, también tienen ilusiones y plan de vida.  Por lo menos el Bus Sonora, también debería llegar hasta ellas. 

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