Silvia
Núñez Esquer
Pesqueira,
Son., 15 octubre 2011.- Vivir en el área rural es la prueba de resistencia más
grande para las jóvenes que desean seguir estudiando y tienen en su horizonte
ser profesionistas.
Hijas de
jornaleras y jornaleros, indígenas o no, las estudiantes universitarias han de
sortear toda clase de obstáculos, incluso el de la discriminación, pues para
proveerse de transporte se las tienen que ingeniar para estirar el presupuesto,
al no estar contempladas en el viaje
gratis del Sistema de transporte urbano del Estado, Bus Sonora, por ser
estudiantes “foráneas”.
Josefina
Pérez Martínez es un ejemplo de ello. Como alumna del quinto semestre de la
carrera de Trabajo Social en la Universidad de Sonora, invierte 26 pesos
diarios en transporte desde Pesqueira, su lugar de residencia, a la ciudad de
Hermosillo, ubicado a 44.5 kilómetros de distancia.
El empoderamiento tecnológico, clave para el avance educativo
aquí Josefina Pérez Martínez con su familia
Trece pesos
de ida y trece de regreso han de pagar para llegar al destino del saber, y volver
a sus viviendas rurales. Con el plan de viaje redondo gratis para estudiantes,
a estas jóvenes sólo les cubre desde el centro de Hermosillo en donde termina
la ruta que toman en Pesqueira, hacia las instalaciones universitarias.
A ellas ese
tramo no les preocupa pues están acostumbradas a hacerlo a pié. Sin embargo, el
fuerte del gasto, de una comunidad a otra, es lo que las angustia. Y no sólo
por lo que cuesta, sino por lo que significa que les llegue la noche en la
ciudad de Hermosillo, pues las líneas no tienen una hora fija de regreso.
Por ello es
que en algunas ocasiones han vuelto de raite,
con personas que llevan su mismo destino, con
el respectivo riesgo para su seguridad. Pero todo es mejor, que quedarse
a ser testigas de cómo poco a poco al avanzar la oscuridad de la noche, también
se hace más grande la soledad en la terminal.
Josy como le llaman cariñosamente en su
comunidad, es una líder. En su proyecto de vida está el ser profesionista y
también presidenta del municipio de Pesqueira. De ascendencia triqui, ha
aprendido de su padre, Bernardo, y de su madre Alicia, que la organización
ciudadana es fundamental para avanzar en comunidad.
Su sonrisa
es siempre abierta y franca, incluso cuando en las temporadas de pizca trabaja
como jornalera agrícola para reunir fondos para seguir estudiando. “Es muy pesado,
pero no hay de otra”, es lo que concluye entusiasmada.
Su día
empieza a las cuatro y media de la mañana, para poder estar lista a las cinco y
media, hora aproximada en que pasa el camión que la dejará en Hermosillo para
entrar a la escuela a las ocho en punto.
Al salir de
clases a la una de la tarde, es necesario correr para tomar el camión directo
de regreso, pues el siguiente saldrá a las cuatro. De no alcanzarlo, tendrá que
tomar otro que va a Zamora, ubicado a 19.5 kilómetros de Hermosillo y de ahí
esperar otro camión con rumbo a Pesqueira, sin un horario fijo. De ser así,
Josefina llega a su comunidad en dos
horas por lo menos.
El raite es otra opción para llegar de
Zamora a Pesqueira. Con personas conocidas o desconocidas que se lo ofrezcan.
Ante el riesgo contesta que prefiere tomarlo, que estar hasta tres horas
esperando el siguiente autobús.
Peor era la
situación cuando en el primer semestre tenía el turno verspertino. Sus clases
terminaban a las cinco, pero ante la variabilidad de horarios de los
transportes, podría llegar hasta las nueve de la noche, como le ocurrió una
vez.
O incluso, al
tener que acudir a clases en fechas especiales como el 15 de septiembre, día en
que no hubo transporte vespertino a Pesqueira, verse obligada tanto ella, como
sus compañeras a regresarse de raite.
Las jóvenes
del área rural próxima a Hermosillo, corren riesgos de los que está consciente
Josefina Pérez: “corremos el riesgo de que nos asalten, o nos secuestren, pero
no nos queda de otra”.
Como
integrante de la etnia triqui, Josy escogió Trabajo Social como su carrera, por
considerar que es una profesión que ayuda directamente a la gente. El que no
los atiendan bien en los servicios de salud por el solo hecho de no saber
hablar bien el español, es una de sus preocupaciones. “O les hacen cara de
fuchi” , dice mientras refrenda su deseo de ayudar a la comunidad de Pesqueira.
Josy la
jornalera
En sus
vacaciones, Josefina aprovecha para trabajar en el campo para ahorrar y seguir
estudiando. Pesqueira es una comunidad que absorbe gran porcentaje de población
migrante contratada por periodos determinados, y que también ha cobijado a
grupos étnicos que han fijado su residencia ahí, cerca de los campos donde hay
trabajo.
Diciembre y
enero, meses en que se trabaja la poda de uva, son de labores muy duras, según
nos cuenta Josefina. Realmente es para hombres, pero por necesidad tiene una
que trabajar, reflexiona. Usar la tijera, juntar la basura y luego tirarla, son
algunas de las actividades. Pero hay otra amenaza: “si no lo haces bien, corres
el riesgo de que te despidan, o que no te paguen”.
El trabajo
en el campo es uno de los menos supervisados, pues la Secretaría del Trabajo y
Previsión Social no cuenta con los suficientes supervisores, ni tiene un plan
de protección a las y los trabajadores agrícolas, según han documentado el
Centro de Reflexión Laboral, CEREAL, y la Red sonorense por la defensa de los
derechos humanos laborales.
La joven
que ha trabajado con azadón, la pizca de calabaza, y el pepino, de lo cual
tiene que cargar cajas sumamente pesadas, también utiliza algunos sábados y
domingos para trabajar, y así allegarse recursos, principalmente destinados al transporte hacia y
desde Pesqueira a Hermosillo.
Considera
que el gobierno del Estado debería también apoyar a mujeres y hombres con
deseos de progresar, y que están dispuestos a estudiar y trabajar para obtener
un grado escolar superior. Son los que más batallan, medio comen, pues su
trayecto es mucho más largo.
A las
jóvenes audaces y disciplinadas como Josefina Pérez, se les debería de escuchar
para formular políticas públicas desde y para las comunidades. En el escritorio
las necesidades se vuelven lejanas, y sumamente ajenas a las vivencias reales.
Es bueno
que las jóvenes lleguen lejos por sus propios méritos, pero también es justo
que sean tratadas con equidad, en condiciones similares a las de los demás
estudiantes. También son contribuyentes, también tienen ilusiones y plan de
vida. Por lo menos el Bus Sonora,
también debería llegar hasta ellas.
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