Elizabeth Cejudo Ramos*
Hoy no conmemoramos el segundo aniversario. Tampoco es día 5. El tiempo pareciera no dar pretextos para escribir algo sobre el asunto. Hace unos días, miles de hermosillenses tomamos las calles bajo el sol inclemente que nos ofrece la ciudad para reclamar, para protestar, para pedir justicia, para no olvidar.
Apenas han pasado un par de semanas y el tema se ha ido escapando de la esfera pública como arena entre los dedos, ya no se encuentra fácilmente en la prensa ni aparece en las conversaciones diarias, probablemente la tragedia se desvanezca hasta que sea hora de recordar el siguiente aniversario.
El incendio de la guardería ABC tomó desprevenida a una ciudad donde nunca pasaba nada, en la cual las noticias parecían siempre las mismas y, de nuevo, se encontraba inmersa en un torbellino electoral que se extinguió pasadas las tres de la tarde de aquel 5 de junio. Es difícil saber si la vida política del estado cambió a causa de la tragedia, lo cierto es que el ciudadano hermosillense ya no sería el mismo, al menos eso creímos entonces.
Hicimos propio el dolor de los padres y madres. Prometimos no dejarlos solos. La tragedia se tornó en noticia y recorrió el mundo. De pronto todos los ojos estaban en Hermosillo. Con la misma rapidez decidieron voltear la mirada a otras partes. Luego, la titánica labor de mantener vivo el tema se concentró en unos pocos. Los muchos decidimos que era tiempo de dejarlo en paz.
El caso ABC evidenció un debilitado sistema mexicano que no supo proteger a sus niños. Tampoco ha sabido hacerles justicia. Un día de luto nacional, algunos funcionarios de bajo rango inhabilitados o en prisión, algunas propuestas que no han dado frutos, han sido la respuesta de los tres niveles de gobierno ante la exigencia de justicia por la muerte de 49 niños.
Con el paso del tiempo, la lucha de los padres no se ha debilitado, lo que día con día disminuye es su presencia en la arena pública, cada vez menos las tres letras que una vez conmovieron el corazón del mundo son retomadas por la opinión pública, tampoco por la opinión popular.
Titulo esta colaboración tras el libro del historiador francés Paul Ricoeur, quien en el preámbulo de su trabajo plantea una preocupación pública: me quedo perplejo por el espectáculo que dan el exceso de memoria aquí y el exceso de olvido allá. Remata con dos preguntas centrales: ¿De qué hay recuerdo? ¿De quién es la memoria?
Los razonamientos de Paul Ricoeur cobran importancia en el caso que nos ocupa, pues permite reflexionar respecto a la memoria y, sobre todo, el olvido de una sociedad ante un hecho inusitado que paralizó la vida de una ciudad por días y la marcó para siempre.
Es evidente que ante una sociedad en crecimiento, la memoria colectiva es construida y reconstruida en parte gracias a la transmisión de información a través de los medios masivos de comunicación. Si el individuo no es protagonista de la tragedia o convive con alguno de ellos, es difícil que consuma testimonios, imágenes o recuerdos relacionados con el hecho. Se hace necesaria la intervención de canales que socialicen la información más allá de las redes personales.
Tal parece que en Sonora son pocos los medios que han decidido mantener el caso ABC dentro de su agenda diaria. Incluso, en las vísperas del aniversario, cuando medios nacionales realizaban coberturas extensas, muchos medios locales callaron o presentaron información apenas suficiente para cubrir el requisito.
La memoria tiene muchos usos. En Argentina, por ejemplo, el fantasma de la dictadura militar que tantas vidas cobró durante la década de los setenta, sigue presente a través de los medios, la literatura, la academia, e incluso el Estado, que se ha valido de la memoria y los recuerdos de los afectados para buscar justicia, para que la consigna, el famoso ¡Nunca más! Se haga efectiva.
La marcha realizada el pasado 5 de junio, da cuenta de que los hermosillenses todavía no olvidan; habrá que preguntarnos ¿hasta cuándo?, ¿cuáles son las acciones necesarias para que la tragedia no se desvanezca de nuestra memoria y las exigencias de justicia no desaparezcan de nuestras prioridades?, ¿de quién es nuestra memoria?, ¿a quién le conviene que recordemos?, ¿quién busca que olvidemos?
Apostarle al olvido es darle el triunfo a la indiferencia. Si olvidamos que la justicia sigue pendiente, probablemente ésta nunca llegue. Recordemos, escribamos, actuemos, exijamos, no permitamos que el recuerdo y la solidaridad desfallezcan.
Publicado en Boletín electrónico Portales, de El Colegio de Sonora, Jueves 23 de junio de 2011, año 10, número 399
*Asistente del Programa de Maestría en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: ecejudo@colson.edu.mx
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