Elsa Ivette Jiménez*
Segunda de dos partes
El Cambio Climático (C.C.) contribuye a incrementar las desigualdades existentes, entre ellas las de género. Al analizar por separado los efectos del C.C. para hombres y para mujeres, emerge la presencia de una mayor vulnerabilidad de éstas, así como la necesidad de reconocerlas como actoras estratégicas en la elaboración de políticas y prácticas orientadas a mitigar sus efectos y adaptarse a ellos.
Los efectos del C.C son perniciosos y tienen implicaciones en la vida social, ambiental y económica. Algunos expertos advierten sobre un posible colapso de los niveles actuales de producción y de consumo a medida que el cambio climático conduzca a tener menos comida, agua limpia y a aumentar las enfermedades en condiciones climáticas extremas (PNUD, 2011).
Aquí, se hace necesario analizar la forma en la que estas situaciones afectan de manera específica a las mujeres, debido a las construcciones culturales, sociales y políticas que determinan un menor acceso de éstas a los recursos, además de su confinamiento a ciertos ámbitos y roles que, en conjunto, implican mayores cargas de trabajo, el incremento de disparidades de toda índole frente a los varones e, incluso, una mayor amenaza a su bienestar físico y a su supervivencia.
Puede parecer exagerada la afirmación anterior, pero al revisar la situación que enfrentan mujeres en todo el mundo, se encuentra que son éstas quienes conforman el 70 por ciento de la población en situación de pobreza, lo que amplía su vulnerabilidad. Al revisar la situación de las mujeres en los hogares rurales y urbanos marginales, se aprecia que son ellas las encargadas de gestionar el recurso del agua y leña para los hogares, por lo que los cambios para acceder a estos bienes impactan sus vidas y horarios. Lo mismo sucede en cuanto a los recursos alimentarios. También sucede que quienes habitan en viviendas ubicadas en lugares de alto riesgo son madres solteras o mujeres casadas que pasan ahí la mayor parte del día y corren más peligro ante una catástrofe.
Son también mujeres quienes enfrentan mayores amenazas de perecer debido a ciclones o inundaciones, pues tienen menor acceso a medios de información, ya sea porque están escritos y ellas tienen menores índices de escolaridad, porque se encuentran segregadas de los espacios en donde se proporcionan alarmas, porque no saben nadar, o porque la ropa y calzado que usan dificultan el movimiento. Todos estos son factores de origen eminentemente cultural. Por otro lado, en situaciones de emergencia corren el riesgo de sufrir violencia física y sexual en albergues o durante desplazamientos. Situación que se presenta también en condiciones de conflicto, las cuales se prevé que aumentarán debido a la escasez de recursos naturales.
Pese circunstancias de riesgo que enfrentan las mujeres y que deben ser consideradas, estudiadas y convertidas en políticas públicas para su protección, el papel del sexo femenino frente al cambio climático, no es sólo de víctima, sino también de agente potencial en la elaboración de estrategias para hacer frente al C.C.
Esto es porque las mujeres poseen conocimientos y destrezas invaluables en la elaboración y ejecución de estrategias para la adaptación y mitigación del C.C. Ello, derivado de su posición actual como educadoras, gestoras de recursos naturales, al interior de sus hogares, y en su calidad de cultivadoras de vínculos y redes sociales.
Más aún, la inclusión de la visión de mujeres en la elaboración de políticas y programas orientados a enfrentar a los efectos del C.C. emerge como una situación de justicia social, donde esta “otra” mitad de la población humana debe tener acceso a la información, medios, tecnología y poder para gestionar el desarrollo y mejorar con ello el futuro de la humanidad.
*Asistente de investigación del Centro de Estudios del Desarrollo de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: ejimenez@colson.edu.mx
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