OBSERVATORIOS URBANOS
Elizabeth Cejudo Ramos*
La mujer ideal del México pos revolucionario debía cubrir un requisito central: mantenerse alejada de los templos católicos. A inicios de la década de los treinta del siglo pasado, el gobierno federal anunció que la etapa de la revolución psicológica había llegado a nuestro país, por lo que se hacía necesario instaurar leyes y crear programas que lograran introducir en el imaginario colectivo el ideal revolucionario.
El reforzamiento de las políticas producto de la llamada Ley Calles, que desde 1926 restringía la cantidad de sacerdotes y templos en las comunidades, y la creación de la escuela socialista en 1934 que, entre otros asuntos, proponía la remoción de cualquier contenido religioso de las aulas, hizo imperativo el rechazo y persecución a cualquier expresión clerical, lo que ocasionó un ambiente tenso en la república, especialmente en Sonora, donde Rodolfo Elías Calles, entonces gobernador del estado, emprendió una de las cruzadas más feroces en contra de la Iglesia.
Ante este panorama, las prácticas religiosas fueron eliminadas o realizadas en la clandestinidad. Con el sistema en contra, las mujeres católicas sonorenses buscaron mecanismos, legales e ilegales, para mantener a salvo el derecho a expresar su fe católica. Manifestaciones públicas, como la convocada el 5 de septiembre de 1934, eran utilizadas para exigir a gritos y “en forma violenta”, según el parte oficial, que les regresaran sus templos. Ante dicha protesta, los integrantes de la Liga de Maestros Revolucionarios de Sonora manifestaron públicamente su desacuerdo ante lo que llamaron “el recorrido de un puñado de insignificantes beatas”.
Se reportaron también mujeres detenidas o multadas por realizar “una labor clericalista de carácter subversivo en contra del Gobierno”. Existieron “beatas” acusadas de entrar a escondidas a catedral para rescatar santos; familias enteras denunciadas por realizar actos religiosos al interior de sus hogares; llegaron reportes al Gobernador de mujeres católicas “que se mueven de forma oculta”, y se decomisaron publicaciones clandestinas promoviendo la fe católica.
Lejos de ser un movimiento desorganizado con expresiones desarticuladas o arrebatadas, el conglomerado de mujeres católicas en Sonora contaba con espacios establecidos de organización, tal es el caso de las Ligas Diocesanas, dirigidas por sacerdotes, a fin de conformar una estructura que permitiera la defensa de la Iglesia. Refugio Oviedo, una de las integrantes en el municipio de Álamos, registra, en una carta fechada en 1936, aspectos de la reunión presidida por el sacerdote Luis Barceló: “La Iglesia necesita de la mujer y la mujer, de la Iglesia. Eel Rvdo. Padre acentuó esta frase, la repitió dos veces, parece [que] quiso que se quedara grabada intensamente en nuestras almas”.
Si bien con la llegada del presidente Lázaro Cárdenas en 1936 y el gobernador Román Yocupicio en 1937 se permitió eventualmente la libertad de culto en el estado, los efectos del programa anti- desfanatización aún permeaban en Sonora, sobre todo la idea negativa ante el binomio mujer-religión, el cual, según opinión de expertas, fue una de las razones para negar el voto a las mujeres en el periodo cardenista.
Es conocido que la participación femenina en los gobiernos pos revolucionarios, particularmente en el sexenio cardenista, se volcó en apoyo a un nuevo proyecto de nación que ponderaba a la mujer racional, revolucionaria, alejada de las cuestiones religiosas. El sector obrero, agrario y magisterial de mujeres construyó un discurso común de apoyo al régimen predominante y catapultó la entrada de las mujeres a la esfera pública de la época, pero es también importante rescatar estas movilizaciones de mujeres organizadas que vieron vulnerada una de sus libertades más íntimas: el derecho a ejercer la fe católica. Quizás sin proponérselo, ellas abrieron espacios en lo público a mujeres que, con el sistema en contra, lograron exponer su visión del mundo a partir de la resistencia y la expresión pública.
*Asistente del Programa de Maestría en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: ecejudo@colson.edu.mx
Artículo publicado en Boletín electrónico Portales de El Colegio de Sonora, Jueves 21 de octubre de 2010, año 9, número 367
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