FUERA DE RUTa
¿Está rebasado el Día Internacional de la Mujer?
Elsa Cornejo Vucovich*
Originalmente, el 8 de marzo lo conmemoraban mujeres obreras socialistas con el fin de evidenciar las desigualdades persistentes de género. A principios del siglo XX, la mayoría de las mujeres del mundo no tenían derecho al voto, carecían de educación, estaban sometidas en todos los ámbitos a los hombres, sus cuerpos y su trabajo eran explotados, y su demanda era contundente: igualdad de derechos ante la ley (la llamada primera ola del feminismo).
Se han ido ganando muchas luchas políticas y sociales, y las demandas se han transformado. Se sigue exigiendo igualdad ante la ley donde todavía no se ha logrado, pero además se exige igualdad de oportunidades para alcanzar el pleno desarrollo físico, emocional y social. La segunda ola del feminismo se ocupó del ámbito público (derechos económicos y laborales, acceso al poder político, por ejemplo), pero también del ámbito privado (particularmente el derecho de las mujeres a vivir sin violencia, a decidir sobre sus propios cuerpos, entre otros). Hasta ese punto, cerca la década de 1980, todavía se hablaba de “la condición de la mujer”, como si todas las mujeres compartiéramos la misma problemática.
A principios del siglo XXI, vivimos en una paradoja. Hay muchos logros políticos y sociales, pero también hay muchos pendientes. Hay mujeres que se desarrollan plenamente en los ámbitos público y privado, pero hay otras que viven en las mismas condiciones que hace 100 años. La característica fundamental de la tercera ola del feminismo es un reconocimiento de que la condición de género se entrecruza con muchas otras condiciones: clase social, origen étnico, edad, orientación sexual, ubicación geográfica, estado de salud, discapacidad, estado migratorio, y muchas otras más.
Curiosamente, en el momento que se reconoce la complejidad de garantizar el pleno ejercicio de los derechos humanos para TODAS las mujeres, se pone de moda el “discurso ochomarcero”: algunas instancias oficiales se apropian de la conmemoración del 8 de marzo para hacer alarde ya sea de sus acciones (nada despreciables) a favor de las mujeres, o para festejar los aspectos más fastuosos de ser mujer. Peor aún, en la sociedad en general hay una percepción de que los problemas de las mujeres están resueltos, y que argumentar lo contrario es mera necedad feminista.
Para conmemorar este 8 de marzo como se debe, quisiera que las y los sonorenses tuviéramos una discusión muy franca y profunda acerca de la trata de personas y la explotación sexual, una de las manifestaciones más graves de la desigualdad de género y el estado subordinado de las mujeres, que todavía persiste. Las desigualdades de género, la pobreza, la falta de oportunidades de educación y empleo, la migración, el turismo, el tráfico de influencias, la impunidad, y la corrupción contribuyen a la problemática. Las víctimas de la explotación sexual son predominantemente mujeres y niñas (aunque también hay niños) de estado socioeconómico bajo.
En lugares donde la pobreza de por sí limita las oportunidades de las personas, la desigualdad en el acceso de las mujeres a la educación, al empleo, y a un salario justo las vuelve más vulnerables a ser explotadas. Asimismo, el haber sido víctima de violación sexual, en una sociedad donde el acto sexual es algo pecaminoso, y donde muchas veces se culpa y estigmatiza a las víctimas, también las hace más vulnerables, así como la violencia intrafamiliar de las que muchas jóvenes salen huyendo.
Existen pocos estudios que brinden información acerca de la demanda, que hace de la explotación sexual un negocio tan lucrativo, aunque se puede extrapolar a partir de los estudios que describen las razones por las cuales los hombres compran sexo: un deseo de tener sexo sin compromiso, la percepción de que pagando se puede hacer “lo que sea”, la noción de que no se puede vivir sin sexo, una sensación de poder o dominación, o incluso una expresión de racismo o misoginia.
Hay esfuerzos para enfrentar esta problemática. En Sonora, desde 2008, se reformó el Código Penal, y ahora el Congreso se discute la creación de una ley para prevenir, combatir y sancionar la trata de personas, pero estas acciones reciben mucha menos atención y apoyo que, por ejemplo, la lucha contra el cáncer o el apoyo a madres solteras, que si bien son cuestiones prioritarias, también son sumamente populares y no necesariamente incomodan.
La conmemoración del 8 de marzo debe incomodar, debe ser un llamado de atención al gobierno y a la sociedad, que tienden a ignorar los problemas más graves de las mujeres porque no son problemas que enfrenta “la mujer”, entendida como la mayoría hegemónica: mestiza, de clase media, etc. Cuando el Día Internacional de la Mujer se convierte en un evento más de la pompa y circunstancia oficialista, algo nos está fallando como sociedad: hemos perdido nuestra capacidad crítica e indignación ante la explotación de las mujeres más vulnerables, y eso no es digno de conmemorar.
*Asistente de investigación del Centro de Estudios en Salud y Sociedad de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: ecornejo@colson.edu.mx
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