viernes, 27 de junio de 2014

Emergencia nacional por violencia escolar



Bullying enmascara la violencia de género

Violencia escolar contra niñas a la alza

Silvia Núñez Esquer

Hermosillo, Son., 23 junio 2014.- La violencia escolar y laboral es una de las modalidades de violencia de género contra las mujeres, establecida en la Ley de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia del Estado de Sonora (LAMVLVES).

Al igual que la violencia institucional, comunitaria, intrafamiliar y feminicida, forman el cuadro de contextos en los que se puede ejercer los tipos de violencia: física, sexual, psicológica, económica y patrimonial, también definidos en LAMVLVES.

Sin embargo, el fenómeno del bullying o acoso escolar ha puesto una máscara que encubre lo que está ocurriendo con esa modalidad de violencia de género contra las niñas y adolescentes. Ejemplo de ello es que a los servicios de psicología acuden principalmente niñas, quienes refieren ser víctimas de violencia física y psicológica por parte de sus compañeritos, incluso acoso sexual. Pérdida de algún órgano, piezas dentales, depresión e intento de suicidio son algunos de los síntomas y consecuencias de dicha violencia contra las estudiantes de varios niveles escolares.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) reconoce oficialmente que dentro del ámbito escolar se pueden presentar varios tipos de violencia. Entre ellos: Psicológica, física, patrimonial, económica, sexual, bullying o maltrato entre escolares, violencia autoinfligida por cortes (cutting) o quemaduras, y violencia social.[1]

A las anteriores se agrega el llamado sexting, forma de violencia que privilegia la publicación de actos sexuales explícitos  de alguna o algún estudiante. Ésta última por lo general es cometida contra mujeres para exhibirlas en las redes sociales a través de internet o por transmisión de dispositivo a dispositivo móvil.

No obstante la clasificación oficial, en Sonora todo acto de violencia cometido entre y contra estudiantes en las escuelas, se encajona en el tipo conocido como bullying, mismo que tiene su origen en manifestaciones de discriminación por características físicas, culturales, económicas, sociales, por edad, color, estatura y/o familiares.

Esto ha hecho que no se cuente con un diagnóstico claro sobre la situación que prevalece en las instituciones de educación básica a donde las y los estudiantes acuden por conocimientos, y reciben maltrato, indiferencia y falta de apoyo para salir de la situación nefasta.

A esto se agrega que el Sistema estatal para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (Sistema estatal), emanado de la LAMVLVES es omiso, tampoco se cuenta con el Programa estatal para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres (Programa estatal), por lo que la atención de la violencia escolar queda a criterio de cada escuela, según cada situación.

Más aún, cuando se presenta un caso extremo, o que es dado a conocer públicamente como lo fue el  sucedido en junio de 2013, en la primaria José María Morelos, de la colonia Palo Verde de esta ciudad, en donde una niña casi pierde la vida por estrangulamiento por parte de un compañero, no se reconoce como violencia de género, sino como bullying.

Niñas las principales víctimas de violencia escolar

La especialista en terapia familiar Eduwigen Scarone Adarga explica que  a partir de su experiencia en consulta privada, se ha percatado que son las niñas quienes con más frecuencia son víctimas de acoso escolar o violencia en el ámbito escolar, muy rara vez acuden niños por ayuda, y éstos son principalmente del nivel secundaria.

El caso de intento de suicidio de una niña de una escuela privada, que le tocó atender, le hizo reflexionar sobre los motivos y alcances que está teniendo la violencia escolar. Fue así que junto con otra maestra acudió al congreso de Sonora para plantear su preocupación y hacer la propuesta de participar en una mesa de trabajo con legisladoras y legisladores y poder sacar adelante una iniciativa de ley sobre el tema, que se quedó congelada desde a legislatura pasada.

Lamentó que al ser canalizadas con la diputada Perla Aguilar Lugo, pareciera que se haría un trabajo en coordinación con la sociedad civil, sin embargo, la legisladora presentó prematuramente la iniciativa al pleno del congreso el 30 de abril de 2013, siendo que le faltaban muchas puntuaciones qué hacerle, pues todavía no estaba acabada.

A raíz de eso hicieron llamado a todos los grupos parlamentarios para que se incorporaran a la mesa de trabajo para seguir enriqueciendo la propuesta de ley, por lo que continúan con los trabajos de la misma.

Al menos cuatro casos al mes de niñas de primaria que son blanco de violencia por parte de sus compañeros, son los que recibe la Psicóloga Scarone. Especificó que acuden a consulta por otras manifestaciones que no necesariamente las asocian a la violencia, pero que en las sesiones de terapia quedan al descubierto.

Lamentó que existan casos como el de una niña que siendo hija de una maestra, su propia madre no había identificado las manifestaciones, como producto de posible violencia escolar contra su hija. De igual forma, el caso en una escuela privada donde una niña casi perdía el ojo por un golpe de otro compañero y la escuela no lo quería asumir como violencia escolar, siendo que la maestra no estaba en el salón cuando ocurrieron los hechos.

La terapeuta de la asociación Atención Integral para el Bienestar Mental, A.C. (Aibime) asegura que en su consulta las principales víctimas de violencia escolar son las niñas. Considera que tiene que ver con el género, dada la percepción de los niños hacia las niñas, su vivencia histórica, pues tienden a reproducir lo que ven en sus casas. No es que las mujeres seamos más vulnerables naturalmente, sino que las instituciones nos han vulneravilizado.

Incluso en la escuela se presenta un patrón de los niños hacia las niñas que es reflejo de lo que están siendo testigos en sus casas. Tiene que ver con la percepción de los niños de que las niñas son más vulnerables, y más violentables. Y la misma percepción de las niñas de que lo son.

Scarone considera que el caso más grave que le ha tocado atender es el intento de suicidio de una niña de una escuela privada, debido a su sobrepeso. Es un caso extremo de violencia, pues tanto en el facebook como en la escuela la estaban acosando. Esa niña ahora está bajo tratamiento psiquiátrico pues también está presentando cutting, se está cortando para auto castigarse.

Por otra parte, las autoridades se han avocado a atender de emergencia estos casos, más no bajo una estrategia integral. Tiene conocimiento de una propuesta que hizo como ciudadano un maestro  a la Secretaría de Educación y Cultura, pero de eso hace tres años, y nunca se ha vuelto a revisar, ni se ha implementado nada, lamenta.

En su experiencia como profesional de la Psicología, no es un remedio el cambiar de escuela al niño generador de violencia, pues eso simplemente es endilgar el problema a otra escuela. Lo que se debe hacer es un diagnóstico para ver cómo está la escuela y el nivel de acoso escolar que existe. Después implementar un programa con madres y padres, personal de la comunidad escolar, y alumnado.

Con el niño hay que trabajar a nivel psicológico, conductual, familiar y emocional. Finalmente el niño está presentando un comportamiento violento, por lo que hay que ver el origen, puede ser el contexto social o el personal. También puede traer un Trastorno por Déficit de Atención (TDA) con hiperactividad, no diagnosticado. Hay que valorar todo, no es “no podemos con el paquete y hay que canalizarlo a otra escuela”, dijo.

Violencia escolar emergencia nacional

Para la Psicóloga social Alba Luz Rascón Peredes, lo que se está viviendo en las escuelas es una emergencia nacional. El bullying es parte de la violencia estructural y social que vivimos, y de la violencia que se vive en las familias, pasando la violencia de género por todo esto. Porque ¡cómo nos pega diferente a hombres y mujeres todos estos tipos de violencia! para nosotros es muy evidente.

También para las y los jóvenes la percepción de violencia es diferente. En las escuelas a los hombres les es difícil considerar violencia la forma en que se relacionan. Pero las mujeres, inmediatamente cuando hacemos el diagnóstico dicen “aquí hay mucho bullying, aquí hay mucha violencia, hay mucho desorden, no podemos ni trabajar, no podemos realizar ningún proyecto, ni siquiera académico, porque es un desorden generalizado.”

El desorden es no respetar el silencio que se requiere para estudiar. Y quienes más gritan, quienes más desorden hacen, generalmente son hombres, por esa manera que hay de demostrar la hombría, de demostrar fuerza a través de gritos, de hacerse presente. Y en competencia con las muchachas que pueden pedir: “por favor ya cállate”, pero no hay respeto para ellas. Y la carencia de autoridad que hay de muchos maestros y maestras, se hace cómplice.

Lo mal estructurado que están a veces las clases, son módulos muy largos con un solo maestro. Los laboratorios que a veces no están equipados para hacer las prácticas, y entonces están encerrados en el aula. El contexto de la escuela promueve las tensiones, si bien los muchachos traen la tendencia violenta de su casa o de su barrio, en la escuela se potencia, pues no hay los espacios suficientes para el desfogue de sus potencialidades y energía. Estar en los pasillos, o estar sentados en los salones o simplemente encerrados no abona para la paz, ni para las buenas relaciones, indicó.

Rascón Paredes, quien desarrolla un programa con jóvenes de preparatoria, opina que  la peor parte la llevan las jóvenes por el desempoderamiento, pues ellas no se sienten capaces de imponer un orden. Ni sus súplicas, ni sus reiteraciones son atendidas por los jóvenes. Establecer relaciones violentas, es una manera también de divertirse para los adolescentes.

La escuela es poco amable, poco permeable para que las madres y padres participen. Los llamados a junta son sólo para dar calificaciones, o cuando hay conductas violentas de sus hijos. Sería un error atraerlos en forma coercitiva. Las ausencias de madres y padres tienen que ver con el cansancio y deterioro también de las relaciones al interior de la familia, que tiene que ver con los grandes esfuerzos y la gran inversión de energía que tienen que hacer para sostener a sus familias, a veces con lo más elemental.  Y en otras para tener acceso a más bienes de consumo, a los cuales todo mundo tiene derecho. Por ejemplo las parejas que trabajan los dos, no puedes restringir la libertad de ambos de trabajar. En todo caso, lo que sí podría hacerse son cambios de tipo legal, para que madres y padres que trabajan tuvieran el apoyo para acudir  a la escuela y no tener que perder un día de salario para poder asistir.

Egresada de la UNAM, Alba Luz Rascón compartió que en los diagnósticos con jóvenes aparece mucha soledad, la depresión es muy alta en Sonora.  La fuerza mediática que alcanzan las figuras delincuenciales del crimen organizado, y el gobierno ocupándose de ellos, provocan una saturación y protagonismo de los capos que los hizo muy atractivos para los jóvenes. Al no tener modelos de referencia, se empiezan a identificar con los narcos, con esa forma de enfiestarse con mucho poder, trabajar poquito y ganar mucho. 

Todo esto debilitó la estructura familiar y la estructura valoral de cada quién. Hay una perversión al decir que todo es bullying, porque dejar a las chavitas embarazadas también es machismo, es violencia de género. El bullying y todas las formas de violencia escolar son un reflejo de lo que hay afuera, los jóvenes están emulando los modelos existentes.

 “Mi hija se volvió discapacitada”: Madre afectada

Solicitando utilizáramos pseudónimo para ella y para su hija por temor a la estigmatización, Rosa (pseudónimo), una madre de familia nos cuenta su experiencia como víctima de la violencia escolar, que volvió a su hija una discapacitada visual.

Son las 7:00 de la mañana de cualquier día y decenas de padres y madres  acuden a dejar a sus hijos al plantel Altares del Colegio de Obregón, en Hermosillo, Sonora. La entrada es a las 7:30, por lo que las niñas y niños llegan con algún tiempo de anticipación, después de lo cual sus progenitores se dirigen a sus trabajos.

Es la costumbre, siempre se hace así. El patio de la escuela se llena de las alumnas y alumnos que platican, juegan, corren, terminan sus tareas, y otros optan por entrar a sus salones de clases, mismos que se abren desde esa hora, sin que se acostumbre la vigilancia por algún adulto, dentro del aula. Las y los maestros arriban a la misma a la hora de inicio de clases. Ese tiempo previo es el lapso que puede resultar fatal, y es suficiente para que los juegos infantiles reflejen la violencia social que ocurre afuera del plantel y que las niñas y niños reproducen, según su vivencia personal.

A Claudia (pseudónimo) le pasó lo que a las “víctimas colaterales”, término para muchos insultante, al que  hacía alusión el ex presidente Calderón. En los primeros diez minutos de su entrada al salón, un niño “jugaba” con otro. De pronto, como si fuera un dardo, lanzó una regla tipo escuadra con tal fuerza que no permitiera fallar el golpe contra el otro niño. El destinatario, en prevención la esquivó, mientras al mismo tiempo Claudia que estaba detrás de él, a tres metros del agresor, levantó su cabeza para mirar al frente y lo que recibió fue toda la fuerza de una de las esquinas de la escuadra, que se encajó en su ojo.

La sangre brotó a borbotones, y el dolor se hizo insoportable. Es hasta entonces que las niñas y niños avisaron a la maestra que ocurrió algo en el salón. Al venir ésta, toma a la niña y la lleva a la dirección para recibir primeros auxilios. Éstos consistieron en poner una gasa en el ojo de la niña, y en lugar de llamar de emergencia a una ambulancia, decidieron llamar a su madre, que todavía no llegaba a su trabajo, para decirle que se devolviera pues su hija “tuvo un accidente en su ojo”. Asustada, la madre hizo menos del tiempo que normalmente le toma hacer ese trayecto, contrariada por no saber lo que pasaba con su hija.

Así fue como empezó la irresponsabilidad del colegio, pues pasaron minutos valiosos en los que Claudia no recibió la atención adecuada ni de acuerdo a la gravedad del daño. La maestra dijo que no llamaron a la ambulancia porque en su experiencia con casos anteriores, ésta se tarda mucho y la mamá seguramente llegaría más pronto.

Con la póliza del seguro escolar en mano, y sin la compañía de alguien que representara a la escuela, la madre partió con su hija, sola, a una clínica particular. Ahí la revisaron y de inmediato se dieron cuenta que era algo grave por lo que le indicaron que la llevara al consultorio particular del oftalmólogo pues ellos no tenían el aparato para revisarla a profundidad.

El especialista dijo que era tal la hemorragia que no podía ver hasta dónde estaba el daño. Posteriormente le practicó una cirugía sólo para cerrar la herida pues ésta no permitía que parara el sangrado y con ello impedía hacer un estudio más profundo.

Más adelante le practicaron otra cirugía pues los coágulos no dejaban ver hacia adentro del ojo para estimar el daño con precisión. Fue en esa operación donde se confirmó el temido diagnóstico: había desprendimiento de retina, y su lente natural, el cristalino ya no servía. A raíz de eso la niña dejó la escuela, de donde era sargento de la escolta, las clases de Tae Kwon Do, disciplina de la cual presentaría examen para obtener el grado de cinta roja, y otros proyectos, pues a sus doce años su futuro era promisorio al ser también una alumna de alto rendimiento escolar y promedio. Ella acude a otra escuela en donde siempre la persigue la pregunta: ¿Qué te pasó en el ojo?

La escuela se ha hecho cargo parcialmente de los gastos, pero nunca ha dado un apoyo moral ni seguimiento a la recuperación de la ex alumna. A través de su abogado ha dicho que ellos “ya cumplieron” con pagar el reembolso de algunos servicios, pero no se sienten responsables de haber sido omisos y permitir un ambiente escolar proclive a la violencia escolar, riesgo latente para muchos estudiantes, quienes podrían correr con la misma suerte que Claudia, y en un futuro sus familiares decir como esta madre se lamenta: “mi hija quedó discapacitada”.

México sin estrategia contra violencia escolar

En México se conocen dos documentos publicados por el gobierno federal en coordinación con la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura (OEI). “Servicio de apoyo a personas en situación de violencia en el ámbito escolar” es uno de ellos, en donde se habla de un tratamiento integral entre todos los actores. El otro: “Abriendo escuelas para la equidad, proyecto Abriendo escuelas para la equidad”, que se define como un proyecto dirigido a prevenir, atender y disminuir la violencia en escuelas secundarias públicas desde una perspectiva de género y con una visión integral. Ambos se encontraban en la página www.escuelasparalaequidad.org, misma que ya no existe. Se editaron en 2011, y sólo se implementaron en los estados de Chihuahua, Durango, Estado de México, Guerrero, Jalisco, Oaxaca y Puebla.

En Sonora se publicó el “Manual de prevención y atención a la violencia en el entorno escolar desde una perspectiva de género”, de la autoría de Rosario Román Pérez y otras, editado por el Centro de Investigación en Alimentación y desarrollo (CIAD) y por el Ayuntamiento de Hermosillo en 2012, sin que a la fecha haya registro de su aplicación y su evaluación.

En 2012 la SEP y la Secretaría de Seguridad Pública editaron el “Manual de seguridad escolar, recomendaciones para protegernos de la inseguridad y violencia”, como parte del programa Escuela segura, enfocado a la violencia exterior y sin mencionar la perspectiva de género.

Estamos ante la presencia de una transmutación de la violencia social hacia el interior de las escuelas, por lo tanto, el ambiente escolar se ha trastocado, para convertirse en un sitio inseguro, en donde, igual que en el exterior no hay garantías de no ser agredida, o resultar con un daño irreparable. De igual forma, los personajes que protagonizan la violencia social, están representados en los juegos infantiles actuales.

Las niñas son víctimas de golpes, acoso sexual, insultos y bullying por no responder a la imagen estereotipada de belleza femenina diseminada por los medios de comunicación y avalada por la sociedad. 

Igual que en la realidad adulta, una niña o niño puede resultar lesionado y hasta muerto por juegos similares a prácticas que en el ambiente social son torturas conocidas en el ambiente policiaco o en el crimen organizado, como es el juego del “columpio”. Niñas y niños son capaces de prohibir el paso al baño escolar o algún otro espacio, para solicitar dinero u otro producto a sus compañeras, tal como ocurre con la extorsión. Las niñas son grabadas peleando entre ellas y publicado el video, emulando a las luchas entre mujeres, que divierten a los adultos. Estamos pues, ante una verdadera emergencia nacional.


[1] Cuaderno: Servicio de apoyo a personas en situación de violencia en el ámbito escolar, SEP, OEI, México, 2011 

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