-- Indígena sonorense carece de acta de nacimiento; nadie la ayuda
Por Silvia Núñez Esquer, corresponsal
Hermosillo, 19 mar 13 (Cimacnoticias).- Dueña de una mirada de
desconfianza, Yocelyn llega al medio de comunicación por el que vemos
desfilar a lo largo del año a muchas personas que acuden pensando que se
les puede ayudar.
Dinero, cobijas, ropa, medicamentos, leche de bebé, pañales y muchos
otros requerimientos son los que las personas de escasos recursos claman
a través de los programas noticiosos de radiodifusoras, portales de
internet y periódicos de Hermosillo.
“Señorita: vengo a ver si me pueden ayudar con pañales y leche”, suelta
sin perder el tiempo Yocelyn dirigiéndose a la recepcionista. “Deja
llamar a un reportero para que te atienda”, es la respuesta de rigor.
Con sus ojos de juventud preocupada, escudriña las paredes, las puertas
de vidrio que conducen a otras áreas, y a las personas que nos
encontramos en la recepción de la radio. Sus ojos tratan de alargar la
visión como queriendo poder meterlos en las otras habitaciones para
curiosear. Me pregunto: “¿Qué pensará Yocelyn que hay detrás de esas
puertas?”.
Es 8 de marzo y 30 segundos después la recepcionista la despierta de sus
elucubraciones: “No hay ningún reportero, si gustas esperar a que
regresen para que te atiendan”.
“Sí, aquí espero, no traigo ni para devolverme al poblado (Miguel
Alemán), así que mejor me espero”. Y es entonces cuando empiezo a
aquilatar lo que está pasando.
Esta joven que podría ser una estudiante cualquiera con proyectos y
sueños no anda “pidiendo”, sino que anda haciendo una gestión para sus
hijos, pues llegó al medio de comunicación procedente de las oficinas de
atención ciudadana del gobierno del estado, donde “sólo la traen dando
vueltas”, según comentó, por lo que decidió cruzar la calle al ver que se
ubicaba una estación de radio.
“¿Cuántos años tienes?”, pregunto sin poder contener la provocación de
iniciar una entrevista periodística. “Veintiuno… casi veintidós”,
contesta de inmediato como quien está acostumbrado a los interrogatorios.
“¿Y dices que necesitas leche y pañales?”, continúo sin que ella sepa
quién soy ni para qué le pregunto eso. Después de varios cuestionamientos
clave ya no veo el rostro de una chica de su edad, sino el de un grupo de
mujeres que han sido excluidas por ser mujeres, por ser pobres, por ser
migrantes, por ser indígenas, por ser nadie.
Yocelyn Buitimea Rojas debió haber sido su nombre. Quienes vivimos en
Sonora sabemos que el primer apellido es de origen mayo, por lo que
supuse debía ser integrante de la etnia del sur del estado.
“Sí, mi amá era mayo, era de allá”, fue su respuesta. Yocelyn no es
una migrante común, ya que ella migró más bien en el tiempo. Sin
proponérselo, su madre le heredó la condición de pobre y no tuvo tiempo
ni siquiera de darle una identidad.
Hija menor de 16 hermanos, esta joven que es madre soltera de una niña de
cuatro años y un bebé de seis meses, se sostiene limpiando vidrios, pues
la epilepsia que padece no le permite emplearse como jornalera agrícola
en la costa de Hermosillo, como lo ha hecho su hermana.
Aprovecha y trata de justificar su necesidad de pedir ayuda, pues las
contrataciones en el campo son temporales: “Ahorita no hay”.
Su madre murió de un tumor cerebral cuando ella tenía nueve meses de
edad, sin haberla registrado aún por lo que no cuenta con ningún
documento que acredite su identidad.
Fue melliza de nacimiento, pero su hermano murió a los 33 días debido a
la desnutrición. De pronto, al morir la madre, una de sus hermanas 14
años mayor que ella se convierte repentinamente y sin pedirlo, en madre,
pues la acoge y cría como si fuera su hija.
Ambas han conocido la pobreza profunda, viviendo en jacales, en galeras,
o como ahora, en una invasión “que está más lejos”, describe Yocelyn.
Han sobrevivido desempeñando los oficios del campo en la parte más
difícil y agotadora. En tiempos infértiles valiéndose de cualquier hálito
de energía para desempeñar un trabajo que les reditúe unos pesos para
medio vivir.
“Dices que eres soltera y tienes hijos. ¿No estás inscrita en el programa
Oportunidades?”, pregunto con excesiva ingenuidad, a lo que ella responde
de inmediato: “No puedo porque no tengo credencial (de elector)”.
Poco a poco me doy cuenta que el de Yocelyn no es un problema de rutina,
no es la falta de leche o pañales, no es que necesite ropa para sus
hijos, tampoco es que no tenga ganas de andar de oficina en oficina
“pidiendo” artículos para sus dependientes.
El problema de Yocelyn es nada menos que el de la exclusión social en el
más amplio sentido. Su pobreza es extrema, y nunca ha tenido oportunidad
de desarrollar capacidades.
No tiene acta de nacimiento, no cuenta con un aviso de nacimiento, no
tiene credencial de elector, no sabe leer ni escribir, pues aunque acudió
temporalmente a clases para adultos a los 15 años, nunca ha tenido la
experiencia de ir a una escuela con compañeros de su edad, ni de
graduarse de algún nivel básico, ni siquiera de un oficio manual, no
tiene idea de lo que es la atención a la salud, como no sea en campañas
masivas de vacunación, y atención hospitalaria las dos veces que ha
parido, no sabe utilizar los anticonceptivos, y habla de que quisiera
estudiar como cualquier otra joven.
Con ese panorama descrito por mi ahora entrevistada, me quedo sin una
noción que me ayude a tratar de ubicar a Yocelyn en los grupos llamados
“vulnerables”.
La “Cruzada contra el Hambre” anunciada recientemente por el gobierno
federal es una salida ridícula si se piensa en contrarrestar lo que viven
muchas familias de jornaleras y jornaleros en el poblado Miguel Alemán.
El peregrinar de Yocelyn y de su hermana mayor Mirna Elizabeth por las
dependencias que les podrían ayudar a regularizar su situación de
identidad, sólo ha servido para iniciar un juicio para lograr su acta en
el registro civil, pero nadie se ha ocupado de garantizar que suceda.
No ha habido funcionario o funcionaria que dé seguimiento al caso de
Yocelyn. Su hermana-madre ha acudido a cuanto funcionario o partido
político ha visitado el poblado Miguel Alemán. El pretexto es que en la
carta de inexistencia de documentos el nombre está escrito con J en lugar
de Y.
“Todos nos han prometido que arreglarán esta situación, pero seguimos en
lo mismo, ella no tiene acta y yo estoy desesperada”, expresa Mirna.
“¿Y tu papá?” –insisto en mi indagatoria–. “Vive en Navojoa, pero
no me quiere, nunca me ha querido”, contesta inmediatamente Yocelyn. Su
expresión es de desconfianza, de alerta, de impaciencia y de una gran
necesidad de imprimir contundencia a sus palabras, tal vez para hacerlas
creíbles.
Me doy cuenta de que en el fondo lo que sucede es que Yocelyn no existe.
No sólo porque no tiene acta de nacimiento, sino porque nadie la ve. No
hay quien capte que detrás de esa mujer tímida que lanza directa la
petición de que necesita comida y ropa para sus hijos, está la realidad
“real” del Estado.
No es cierto que seamos un Sonora en paz, mientras las mujeres no lo
estemos. No es verdad que se practique una atención ciudadana con
calidad, mientras haya personas sin nombre formal.
No existe una política de combate a la pobreza, si ella no puede acceder
directamente a los programas de gobierno como Oportunidades, pues aunque
su hermana sí lo tiene, a Yocelyn la cuentan como una hija y no como la
jefa de familia que es.
El DIF no sirve de nada si permite que familias como Yocelyn y sus dos
hijos dependan de que tenga una credencial para identificarse, y en lugar
de acelerar los trámites, la lanzan a un mundo hostil para una analfabeta
como ella.
Yocelyn no tendría por qué ser protagonista de un juicio tardado, ni
pagar un cinco si quiera, pues ella no es la responsable de no haber sido
registrada.
En Sonora viven 26 mil 56 mujeres indígenas y representan 2.3 por ciento
de la población total. La mayor proporción de mujeres que hablan lengua
indígena se expresan en mayo, lo que constituye 46.7 por ciento.
La tasa de analfabetismo entre indígenas mayores de 15 años es más alta
en mujeres (20.4 por ciento) que en hombres (14.1 por ciento).
El poblado Miguel Alemán se ha convertido en una opción de residencia
para migrantes indígenas y no indígenas que vienen de otros estados o de
otros puntos de Sonora al trabajo como jornaleras y jornaleros.
Gran parte se quedó a vivir ahí por lo que sus hijas e hijos nacieron en
territorio sonorense. Pero no todos los meses del año hay trabajo, así
que algunos regresan, pero otros se quedan a esperar la próxima
temporada. Por eso hay casos como el de la madre de Yocelyn, quien
tuvo ahí a sus hijos y falleció en el mismo lugar.
A la fecha no existe un programa que pueda hacer que la sonrisa vuelva al
rostro de quien debería tener la seriedad como excepción. Yocelyn Sotelo
Buitimea es el nombre que llevará cuando pueda ser registrada. “Son los
apellidos de mi cuñado y mi hermana”, dice por fin entusiasmada. “Así me
van a poner, como ellos”, reitera.
Mirna, su hermana, nos confirma: “La queremos registrar como hija, yo la
he criado, y he visto por ella, pero como no tiene acta, estoy amarrada,
ya no sé qué hacer”.
Su situación es inverosímil. No porque sus dichos parezcan falsos, sino
porque no se puede creer cómo en el 2013, en un estado como Sonora que
presume de riqueza y desarrollo, de abundancia, de paz, le “asesore” a
una joven que no sabe leer una lista de trámites y documentos que debe
conseguir para poder obtener su identidad, por los que además ha tenido
que pagar.
Sus hijos son una especie de nietos de la hermana que la crió, a ellos
los pudieron registrar con una credencial de Yocelyn, del sindicato de
jornaleros, única identificación que ha tenido en la vida.
Siendo mexicana y sonorense esta joven trabajadora parece una extranjera
en su tierra. Su respuesta a las preguntas de si tiene Seguro Popular, o
si accede a beneficios de los programas contra la pobreza, de inmediato
nos recuerda a las y los migrantes latinos en Estados Unidos: “No tengo
papeles”.
Y es que, inconcebible, pero cierto, Yocelyn simplemente no existe, por
eso no la ven. Y al despedirme de ella pienso: qué extraña forma de
conmemorar el Día Internacional de la Mujer.
*Si alguien desea donar artículos útiles para niña de 4 años y niño de 6
meses, o para Yocelyn, comuníquese con Mirna Elizabeth Buitimea a los
teléfonos 6622911549 y 6621964246.
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