viernes, 30 de septiembre de 2011

La visión aristocrática de los espacios públicos

Silvia Núñez Esquer[1]

Hermosillo, Sonora, 28 septiembre 2011.- La destrucción del único pulmón verde que queda en Hermosillo había  empezado ya. El legendario Parque Madero que creíamos intocable sucumbiría en aproximadamente cuarenta por ciento bajo el agua, hasta antes de tomar la decisión de suspender la remodelación, del proyecto original dado a conocer el 10 de octubre de 2010. 

Un lago artificial que sería coronado con las siglas HMO como la marca de la administración Gándara era la explicación. Resultaba ininteligible que a pesar de las contradicciones que imprime la imposición de las modificaciones originales a ese espacio gratuito de recreación y ejercitación, las autoridades municipales se empeñaran en llevarlas a cabo. 

Rockeros y demás artistas que utilizan la concha acústica, jóvenes que juegan basquetbol, todas las personas que caminan por las mañanas y las tardes, todas las familias que ahorran durante la semana para pagar el transporte desde la periferia  para visitar el parque los domingos por ser gratis, los niños y niñas que acuden a patinar a la única pista pública que había para ello en el centro de la ciudad, los grupos de scouts que se reúnen los sábados, las mujeres yoguis, las personas que esperan largas horas para tomar el camión a los poblados cercanos a Hermosillo, todas y todos ellos verían abruptamente modificada su estancia en el parque, pues éste sería inundado en casi la mitad, y además cercado. 

La política de arriba hacia abajo, de afuera hacia adentro se recrudece. Ni las y los usuarios, ni los vecinos  habían sido consultados. Cada día veían cómo poco a poco se les iba expulsando violentamente con la amenaza de las máquinas, con la caída de los árboles que se talaron para emparejar lo que sería el área del agua.

Las contradicciones 

Es posible que quienes habían decidido imponer un lago artificial en el Parque Madero nunca en su vida lo hayan utilizado para cualquiera de los fines de recreación, de ejercicio o de convivencia. La clase pudiente no tiene la mira como usuaria en esos espacios. 

En todo caso son los gimnasios y los clubes exclusivos en donde acuden a desestresarse y a disfrutar de los servicios anexos como spas, baños de vapor y piscinas. Luego entonces, lo que ven en los parques es un mero objeto para contemplación. En ese sentido da igual si son bellos árboles o una gran cantidad de agua en donde escasea  el bien que mantiene una guerra política entre el sur y el centro del estado. 

Sonora tiene el primer lugar en obesidad infantil y segundo en adultos[2]. La recomendación es hacer ejercicio y mejorar la dieta. El parque Madero es uno de los espacios públicos utilizados por personas de todas las edades para ejercitarse, y será reducido casi a la mitad.

En Hermosillo sólo existen dos pistas de patinaje: la del gimnasio Ana Gabriela Guevara y la del Parque Madero, hoy destruida para construir el lago artificial.

La convención mundial sobre derechos de las niñas y niños confiere el derecho al juego, a la diversión, a la salud y a gozar de un sano medio ambiente. Considerando que en el sexenio pasado se les cerró la única posibilidad de un parque popular, como lo era el del DIF que fue privatizado, con la reducción del parque Madero, hasta ahora  gratuito, se violarían estos derechos de la niñez hermosillense de escasos recursos.

En una ciudad tan poco arbolada como Hermosillo, se talarían árboles que estimulan la reducción de la temperatura para en su lugar instalar un lago que fungiría como espejo de la luz solar produciendo más calor. 

Las y los jóvenes carecen de lugares en donde reunirse para realizar actividades culturales y recreativas. Son ellos quienes han dado vida al escenario llamado “concha acústica”, sin que ésta haya recibido mantenimiento para ofrecer un lugar digno a la juventud. En cambio, se instalaría el lago, hoy desechado. 

Pero sigue en pié la construcción de un cerco que impedirá el libre tránsito hacia el interior del parque, constituyendo una más de las contradicciones. 

La historia  se repite

La visión aristocrática que utiliza los recursos públicos para beneficio de algunas empresas constructoras, y para mera recreación contemplativa de otros, no es nueva. 
Lago artificial en el Parque Madero
Ejemplo de ello es la narración que Don Gilberto Escoboza Gámez, cronista de Hermosillo hacía en 1985 en la revista Sonora Mágica y Desconocida, en el artículo El añoso parque Madero: “La Alameda, como se le llamó desde un principio, que ocurre que las autoridades hermosillenses consideran conveniente que esa zona boscosa se convierta en un verdadero parque, con calles bien trazadas y árboles que no solamente brinden sombra, sino que también sirvan de ornato”[3].

Nacido en Álamos y muerto en París, Ramón Corral Verdugo (1854-1912) entonces gobernador (1896-1899), siguiendo una visión parisina similar a la de Porfirio Díaz, de quien fue vicepresidente impulsó la construcción de lo que él consideraba importante según el relato de Escoboza: “El gobierno de don Ramón Corral fue para Hermosillo muy benéfico, el más constructivo en el siglo pasado, como en el actual han sido Rodolfo Elías Calles, Abelardo L. Rodríguez, Ignacio Soto y Luis Encinas Johnson. Don Ramón destinó grandes cantidades del presupuesto estatal para embellecer Hermosillo y entre las obras que emprendió contamos el actual “Parque Francisco I. Madero”.

La visión aristocrática es más que evidente: “Y no pasa mucho tiempo sin que se vean transitar por las callecillas del parque a los elegantes carruajes de los más destacados políticos, industriales, ganaderos, comerciantes y profesionales, tirados por hermosos caballos importados”. 

Esta visión y la secuencia de las modificaciones al parque, son compartidas por Lian Karp  en Semblanza de Hermosillo, a través de las crónicas[4].

Tal vez descendientes de las familias de notables del siglo XIX, los Gándara y otras familias que han combinado la empresa con el gobierno, siguen imitando a sus antepasados.
El lago artificial en auge
 El lago del 2011 sería sin duda una excentricidad forzada en una región sedienta, que parece imitar los tiempos idos: “si don Ramón y sucesores pretendieron imitar en pequeño el Arco del Triunfo de París, en la misma proporción Rodolfo creó una imitación de los Jardines de Versalles; se nota que hombres de gusto refinado plantearon y ejecutaron esas obras. Y no satisfecho el Gobernador con los muchos elogios que escucha de quienes visitan el parque, construye un lago, una pérgola y luego La Casa del Pueblo y el estadio de beisbol”.

A decir del cronista Gilberto Escoboza el lago finalmente se dejó secar por estimular la proliferación de mosquitos, entre otras razones.

La inversión

Las y los usuarios del parque se preguntan el motivo de echar a perder el único centro recreativo gratuito del centro y este de la ciudad, mermando aproximadamente un cuarenta por ciento de área para ejercicio y recreación, sustituyéndolo por un lago artificial que serviría por una parte para verlo, pues no se podría nadar en él, y por otra, para una posible proliferación de mosquitos, entre ellos el transmisor del dengue, trayendo al centro y este de la ciudad un riesgo que no existía antes. 

Cuarenta y siete millones de pesos son una buena razón desde el punto de vista empresarial. El bufete de arquitectura El Azul estudio, y la constructora Gaul S.A de C.V., son quienes han resultado beneficiados con el diseño y ejecución de la remodelación del centro histórico de Hermosillo, y con la imposición de la marca HMO[5].
El lago del HMO
  La remodelación del Cerro de la campana, la calle Matamoros, la avenida Serdán, el Jardín Juárez, la Plaza Bicentenario, el Parque Madero,  y algunas construcciones como el puente elevado de El Gallo son su responsabilidad. 

Ciudadanía desempoderada

“El Parque Madero cumple una función integradora desde la perspectiva urbana y social”, asegura Cristina Martínez[6]. Su carácter histórico y emblemático incrementa el simbolismo e identidad de los hermosillenses. También posee atributos medioambientales por la variedad vegetal y tamaño de la superficie considerándose uno de los pulmones de la ciudad.

En el documento El parque Madero, espacios públicos y ciudadanía, la investigadora señala que en 1995, el sitio se vio amenazado con el cambio de uso. Cristina cuenta cómo la presidencia municipal pretendía construir y designar 140 locales comerciales en las instalaciones del parque. 

Finalmente fueron las y los vecinos organizados en la agrupación “Amigos del parque”, quienes influyeron con la movilización social para que esto se desechara. 

Otras experiencias exitosas fueron las referentes a los casos de la escuela Leona Vicario y el internado J. Cruz Gálvez que se salvaron de ser derruidos siendo especialmente defendidos desde la ciudadanía organizada y avalada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en forma decidida. 

El parque de la Leona Vicario, era visto como botín con un valor comercial inigualable por su ubicación. La escuela se inauguró el 20 de noviembre de 1910. No completaba el primer centenario en los años noventas por lo que el INAH no podía intervenir legalmente para evitar la destrucción.

 Aún así, la sociedad de madres y padres de familia de la propia escuela pidió apoyo al INAH para que diera su punto de vista públicamente, y acudieron al gobernador Manlio Fabio Beltrones para hacerle ver que la comunidad usuaria de esos espacios escolares, no permitiría la reorientación de su uso. 

Como resultado, lejos de suprimir la escuela y su parque, el gobierno del estado invirtió para construir nuevos techos, pues se le presionó a que cumpliera la obligación del estado de brindar educación gratuita, arreglando el inmueble que se encontraban muy deteriorado por las lluvias.

El otro caso, el del internado Cruz Gálvez unió en 2005 a varios grupos de la sociedad civil en defensa del que ha sido el proyecto de apoyo a niñas y niños huérfanos y de escasos recursos más grande de la historia de Sonora. 

Fueron clave las intervenciones del INAH y de la asociación de egresados del Cruz Gálvez. A ellos se unieron ciudadanas y ciudadanos, niñas y niños  espontáneos que consideraban una agresión el convertir un monumento artístico que continúa apoyando a la niñez sonorense de bajos recursos económicos, en un vil punto de comercio per sé, como pretendía el fideicomiso Impulsor, avalado por el ex gobernador Eduardo Bours.

Esto nos muestra que la ciudadanía organizada y no una acción exclusivamente reactiva es quien puede imponer la voluntad colectiva en defensa del patrimonio cultural y ambiental. En el caso del Parque Madero y su lago modelo 2011, una vez más la sociedad de vecinos convenció para que la autoridad municipal diera marcha atrás en la construcción del lago artificial, y en cambio hiciera las obras de mantenimiento que nadie mejor que las y los usuarios tienen detectadas como necesarias. 

Mujeres yoguis desplazadas

Hace dos años un grupo de mujeres empezaron a utilizar los espacios verdes del Parque Madero. Son mujeres de diversas colonias, oficios y profesiones. Las une su gusto y afición por la disciplina del yoga. Se sienten bien, se dicen contentas de su acercamiento con la naturaleza, cuando tiradas en el césped realizan las posiciones. 

Todas ellas manifiestan desconocer el objetivo de la construcción del lago y la finalidad de cercar el parque. Temen que un espacio público que hasta ahora es gratuito y patrimonio de la sociedad hermosillense, y en particular de las y los usuarios, desaparezca como un bien común y se convierta en un negocio más como el parque infantil al que sólo pueden acceder niñas y niños cuyas familias puedan pagar la entrada. 

Se mostraron sorprendidas de que nadie hubiera ido a explicar a quienes utilizan cotidianamente el parque sobre el proyecto de remodelación y qué papel juegan las y los usuarios en la decisión final.

Ellas, como tantas otras mujeres, se ven en riesgo de perder la posibilidad de utilizar un espacio público pues aunque las plazas han acogido a las mujeres que practican zumba,  están a expensas de que el sitio no sea utilizado para algún evento del gobierno, de la escuela o iglesia, quedando su necesidad y opinión en segundo término. 
Mujeres yoquis entre máquinas y zanjas
 Las mujeres en Hermosillo no tienen oferta de espacios públicos de recreación, agradables y seguros, pues hace muy poco tiempo que a ellas se destinaban las tardes de telenovela, y los espacios públicos sólo eran para los hombres. Por ello, en las plazas hoy conquistadas por mujeres ejerciendo su derecho a la salud, vemos canchas de basquetbol o futbol, otrora construidos pensando en el sexo masculino. 

Las mujeres yoguis requieren parques, pero como respuesta han sido desplazadas por la indiferencia traducida en zanjas, máquinas excavadoras, y un proyecto de remodelación que no ha sido explicado en forma transparente a la ciudadanía, y mucho menos a estas mujeres que siguen en su empeño, ahí a un costado de lo que sería el lago inútil.  


[1] Con la colaboración de la Historiadora Vera Larisa García
[2] Fuente: Secretaría de Salud.
[3] Revista Sonora Mágica y Desconocida No. 33 publicada en marzo de 1985.
[4] Karp, Lían, Semblanza de Hermosillo, a través de sus crónicas,  H. Ayuntamiento de Hermosillo, El Colegio de Sonora, 1992.
[5] Visítese: http://elazulestudio.blogspot.com/2010/10/parque-madero.html
[6]Cristina Martínez es investigadora de El Colegio de Sonora.

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