domingo, 1 de noviembre de 2009

A propósito de ABC

Infancia y Sociedad

Día de los infantes difuntos

Andrea Bárcena

Primero de noviembre: día de la muerte chiquita, de la muerte sin permiso, de los infantes difuntos. Muerte especialmente dolorosa porque llega muy temprano y la pérdida de tiempo vital nos parece más injusta. No obstante, es más fácil conformarse si se trata de un niño enfermo que sufre dolor o imposibilidad.

En cambio, mirar las fotos de los 49 niños –sanos y felices– que murieron en forma trágica, hace cinco meses, en la guardería ABC de Hermosillo, produce una mezcla de dolor y rabia. Quedarán en la memoria como los niños mártires de Hermosillo, mártires de la corrupción y de la negligencia. Desde este espacio enviamos un abrazo fraterno a sus padres, y estamos en espera de una investigación seria y comprometida de la Suprema Corte.

La fecha obliga también a otras reflexiones. La especie humana –según los etólogos– es la única que carece de programación genética para cuidar a sus crías. El ser humano es el único animal cuya lucha es destructiva: el único que mata a sus rivales, el único que mata por matar, el único animal asesino de masas.

Con un solo botón, un piloto entrenado acciona armas masivas de largo alcance. Además, los humanos han creado sistemas económicos asesinos de masas infantiles. Más de 26 mil niños menores de 5 años mueren cada día en el mundo pobre por causas evitables, unos 10 millones por año.

Sin exagerar: Herodes, el neoliberal, mucho más peligroso que cualquier nuevo virus, mata cada año tan sólo en América Latina más niños que las víctimas de Hiroshima; sí, cada año, desde la instalación del neoliberalismo. Es una guerra de baja intensidad porque desarma en lo humano a nuestros países. En el contexto de la pobreza hay tres categorías: los niños que mueren, los niños que viven y los que sobreviven. Estos últimos, vulnerados, forman mayoría.

Tales datos pueden comprobarse con una lectura atenta de estadísticas del Unicef, aunque un poco imprecisas, ya que infinidad de niños nacen y mueren sin pasar por un registro oficial de nacimiento.

La TMM1 y la TMM5 (tasas de mortalidad infantil de menores de un año y de cinco años, respectivamente) significan el número de niños muertos por cada mil nacidos vivos. Las tasas de mortalidad infantil se consideran el indicador más transparente de desarrollo y calidad de vida de un país.

México, con una TMM5 anual de 53, ocupa el lugar 81 en el mundo. En términos absolutos, mueren cada año más de 100 mil niños mexicanos, casi todos por causas derivadas de la pobreza. Ellos son nuestros más tristes santos inocentes*.

derechosinfancia89@gmail.com


*Tomado de Diario La Jornada


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