La moral por los suelos…
¡Sopla una vez más,
Fuelle de la virtud!
¡Ah!
¡Rugir una vez más!
¡Rugir moralmente!
¡Como león moral
Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra
Guadalupe Beatriz Aldaco
Según una acepción del término, lo “moral” corresponde a lo correcto, lo aceptable, lo bueno, atributos cuyo contenido, por supuesto, cambia históricamente. Pero algo que se ha mantenido más o menos estable a lo largo de las épocas ha sido la tendencia de los grupos sociales más influyentes económica y políticamente a atribuirse la “moralidad”, como si esa cualidad fuera intrínseca a su condición.
Así, en la antigüedad la única moral válida era la de los hombres libres, de ahí que no era considerado inmoral el trato brutal a los esclavos, desprovistos, para aquellos, de moral. En la Edad Media la aristocracia feudal consideraba que por razones “de sangre”, por el hecho de pertenecer a la nobleza, era poseedora de un conjunto de cualidades morales que los plebeyos, sólo por serlo, no poseían; moral y religión ligadas, la compensación por los sacrificios terrenales, el reconocimiento del valor y dignidad personales, vendrían después de la muerte, en el paraíso terrenal.
La nueva polarización de clases en el capitalismo genera una moral dominante acorde con los fines de la burguesía, es decir, con la acumulación de riqueza, en la que inicialmente se pondera el trabajo, la laboriosidad, el esfuerzo personal, la confianza en sí mismo, la honradez, el patriotismo, la libertad, pero que con el tiempo da lugar a otras conductas consideradas no precisamente “morales” como el individualismo excesivo, el egoísmo, la ambición, la hipocresía. En ese escenario, el trabajador es valorado en lo que le reporta de beneficio económico al patrón, y poco importa su constitución moral.
Descrito de forma muy general y, ciertamente, esquemática, así han sido las cosas.
En pleno siglo XXI en Hermosillo, han surgido situaciones que, con base en los planteamientos anteriores, invitan a hacer un somero “análisis de caso”:
1.- Se incendia una guardería y mueren 49 niños. 2.- Fallecen porque ni la guardería ni la bodega aledaña en donde inició el incendio cumplían con las condiciones de seguridad que exige la ley. 3.- Por lo tanto hay culpables y están bien identificados. 4.- No se ha aplicado la ley; en delitos cuyas consecuencias no tienen comparación por no acercarse ni por asomo a lo devastador de este caso, solemos ver que la ley actúa rápidamente, pero la diferencia es que en muchos de esos crímenes no están involucradas personalidades influyentes. 5.- Los papás de los niños, en ejercicio de su derecho, exigen que se aplique la ley. 6.- Representantes de grupos “destacados” en las esferas de la economía, la política, la sociedad y la religión, pretenden influir en el juicio que se hace a (algunos de) los responsables con el “argumento”, consignado en cartas enviadas al juez que lleva el caso, de que son personas portadoras de elevados valores morales. 7.- El tema de la moral vuelve a surgir cuando el gobernador le dice al papá de uno de los niños que los integrantes del movimiento 5 de junio “no tienen moral”.
El escenario no parece estar muy alejado de lo que ocurría en otras épocas, lo cual indica los exiguos logros de nuestro progreso civilizatorio (que cada vez parece más un retroceso civilizatorio), entendido como la búsqueda constante de una sociedad más justa, más igualitaria, más humanista. Los portadores de la “moral dominante”, representada por empresarios, funcionarios y por la iglesia católica en la figura del arzobispo, han trazado así el panorama: los dueños de la guardería, infractores de la ley, detentan los valores morales, son quienes encarnan lo que ellos llaman moral, mientras que los trabajadores, víctimas de los delitos cometidos por los catalogados como intachables, víctimas para siempre por haber sido condenados a experimentar el más terrible de los dolores humanos, la pérdida de un hijo, ¡carecen de moral!
Si se emprendiera la estrategia de enviar cartas avalando la calidad moral de los papás y las mamás de los niños afectados, el peso debería ser mayor frente al juez, pues los padres de familia ultrajados no han delinquido, cuando los otros sí. Entonces, ¡redactemos esas cartas!
Desgraciadamente, la realidad nos dicta cada vez con más fuerza que el Estado no está…
Una postura incongruente en este contexto de manipulación de la moral, es que la mayoría de aquellas personas aliadas de la impunidad, se han manifestado defensoras del “derecho a la vida”, es decir, están en contra de la despenalización del aborto porque defienden la vida del embrión y del feto en el seno materno, y por lo tanto están a favor de que se castigue, “de acuerdo a la ley”, a las madres que se atrevan a interrumpir un embarazo. Sin embargo, están en contra de que se castigue a los culpables de que 49 niños habitantes de este mundo hayan fallecido.
¿No es ésta una contradicción más que aberrante, que refleja una doble moral escandalosa, imperdonable?
Si esta gente es escuchada y sus “recomendaciones” son tomadas en cuenta, se está propiciando que la ley siga infringiéndose en el ámbito de las guarderías, y que, terrible es decirlo, pueda haber más tragedias de esa naturaleza. ¡Eso es lo que está en juego!
La impunidad, está comprobado, genera más delito, más violencia, más impunidad.
Y la moral, sí, está por los suelos…
Correo electrónico: aldacoe@gmail.com
Enviado el: 27 agosto 2009
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