FUERA DE RUTA
Las usurpadoras
Z. Margarita Bejarano Celaya*
Resulta interesante atender la forma en que los medios de comunicación han manejado la reciente información del último gran golpe al narco. Lo destacado: se trata de una mujer, una jovencita de 20 años. El pasado mes, la confirmación de una nueva sección delictiva de “Los Zetas” formada exclusivamente por mujeres: “Las Panteras”, desató una serie de lamentables comentarios misóginos que, en tono sarcástico, destacaron un logro más de la lucha feminista y la creciente incursión de las mujeres en la esfera pública, un paso más hacia la igualdad.
Siguiendo la ruta de la noticia en algunos portales informativos locales y nacionales, la sorpresa es mayúscula. Los espacios que algunos medios dan para que las notas que publican sean comentadas por quienes las leen, permiten hacer una lectura crítica de nuestra sociedad. Los roles de género –lo que socialmente se asume que deben ser los hombres y las mujeres– que, tradicionalmente, les han dado a ellas una posición inferior y de menor valor respecto a la de ellos, se deja ver en los comentarios anónimos.
Las reacciones que provocó Anaí Beltrán, de 20 años y detenida en Santa Ana Sonora por resguardar un arsenal que incluía una ametralladora antiaérea de alto calibre, resaltan la supuesta debilidad femenina: “quiere llorar, quiere llorar (...)” y al mismo tiempo la culpan y juzgan por usurpar un lugar de hombres “(…) la debian de traer a coahuila para fusilarla en la alameda”(SIC), como se deja ver en este comentario tomado de www.vanguardia.com.mx. En el mismo sentido, este otro, publicado en www.lajornada.unam.mx: “se le ve la necesidad en la cara pobre gata!!! hubiese ganado mas de chacha que unos dias de carcel que jamas va a olvidar si es que sale viva.” (SIC). Tal parece que ambos lectores justifican la muerte de la mujer por violar lo que debiera ser su rol femenino. Sin tratar de generalizar, tanto los comentarios ilustrados de comentaristas locales como los más relajados de lectores de noticias en línea, minimizan los logros de las luchas feministas y los derechos humanos de estas mujeres, que no por delincuentes dejan de tener dignidad.
El tema de las mujeres en el narco ha ido llamando la atención de manera creciente en últimos años, aunque no es novedad. Desde hace décadas suenan corridos que exaltan la valentía de algunas mujeres que incursionaron en los temidos terrenos masculinos, donde la sumisión y la delicadeza no son atributos deseables. De Camelia la Tejana a Teresa la Mexicana, la ficción y el morbo han ido mitificando a las mujeres narcotraficantes. No obstante, la sociedad reacciona ante el hecho real y comprobado de que mujeres con nombre y apellido, de las cuales podemos conocer sus rostros gracias a los medios de comunicación, se encuentren involucradas en actos delictivos.
La ficción de corridos, películas y novelas no están muy lejos de la realidad, la creciente participación de las mujeres en la esfera pública –laboral y política– y en el narco no se traduce en un empoderamiento automático. Violencia y subordinación enmarcan la participación de las mujeres en el tráfico de drogas y la delincuencia organizada. La estructura organizativa de estas actividades ilícitas reproducen los roles tradicionales de las mujeres en la sociedad: se les aprovecha por su carácter mediador y son útiles para contactar policías, funcionarios o civiles con quienes los narcotraficantes quieren llegar a acuerdos; o bien, son quienes alimentan y cuidan a las personas secuestradas. Por otra parte, las mujeres que participan en el tráfico instrumental de drogas son generalmente utilizadas por las organizaciones delictivas como piezas de infantería, son las llamadas “burras” o “burreras”, la carne de cañón, y deben hacer frente además a la discriminación y violencia extrema que reciben por sus pares varones.
Efectivamente, es muy lamentable que el narcotráfico sea hoy por hoy, para muchos hombres y mujeres jóvenes y adultos, una opción más viable y atractiva que los estudios y el trabajo; es aún más preocupante el hecho de que para muchos representa la única opción ante la falta de oportunidades y de trabajo formal, especialmente para las mujeres, ya que existen datos de que en los últimos años se ha incrementado en forma desproporcionada su reclusión por delitos relacionados con el narcotráfico. Esto es sólo uno de los productos de la sociedad inequitativa que nos tocó vivir y refleja también la violencia general hacia las mujeres y lo femenino y su subordinación social.
*Maestra en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora, estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales con especialidad en Desarrollo Económico y Exclusión Social, mbejarano@posgrado.colson.edu.mx
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