viernes, 27 de junio de 2008

Denuncia acoso de médico

Es el encargado de un centro de salud rural

Silvia Núñez Esquer

Hermosillo, Son., 26 junio 08.- La historia contada por Janeth Córdova Tapia, una joven cachanilla estudiante de Medicina que actualmente realiza su servicio social en Altar, Sonora, nos da idea de los riesgos a los que están expuestas las jóvenes que deben desplazarse de sus lugares de origen con fines de superación.

A partir de febrero de 2008 Janeth ha vivido la experiencia del acoso sexual por parte de un superior. En febrero dejó su ciudad Mexicali, Baja California para prestar el servicio social. En Sonora, uno de las entidades que cuenta con Ley de Acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, esta joven ha visto coartada su libertad para vivir tranquila y segura.

Como no hay plazas suficientes en Mexicali, donde se encuentra su universidad, la Autónoma de Baja California, UABC, primero le tocó servir en La Sangre, Sonora, localidad perteneciente al municipio de Tubutama.

“Se me hizo muy peligroso y me cambiaron al otro centro de salud”, cuenta esta egresada de la facultad de Medicina de UABC, Mexicali. La Sangre, San Miguel, La Reforma, San Juan, San José, Trincheras, Pitiquito, Sáric, Tubutama, Atil, Oquitoa y Caborca, son localidades cercanas a la frontera con Estados Unidos, y forman parte junto con El Sásabe, del corredor poseído por quienes trafican con migrantes que se lanzan a cruzar ilegalmente, por e desierto.

Aturdida porque todavía no entiende cómo es que su caso no se toma como asunto prioritario, Janeth narra que primero empezaron molestándola, tocándole la puerta hombres, en una zona considerada muy peligrosa.

Por ello decidió pedir cambio de plaza por lo que la mandaron a Altar. Fue ahí donde el doctor Dámaso Moreno, Director del centro de salud, ha ejercido el acoso contra esta prestadora de servicio social.

“Y el tipo me decía: es que estás muy guapa y como andas muy provocativa por eso te pasa eso”, eran algunas de las insinuaciones. Las egresadas de Medicina deben vivir en el centro de salud mientras realicen el servicio social, según cuenta en entrevista.

Aunque el director no vivía en el centro, contaba con llaves del mismo, y arribaba en cualquier momento, lo que sorprendía a la joven a cualquier hora. “Una vez me metí a bañar, era muy temprano y siempre me cambio en el baño, pero esa vez se me olvidó la ropa interior. El baño está enseguida de mi cuarto, y me asomé para ver si no venía nadie y para mala suerte venía el tipo”.

“Me metí al baño y me estuvo toque y toque la puerta y diciendo: “sal así qué tiene, te presto mi bata para que te tapes” y cosas así”.

El hostigamiento se extendía a las críticas a su físico: “Empezaba a hacer comentarios de que la otra pasante está bien chichona y tu estás bien plana”. “O si le decía: Doctor es que no tengo dinero para tal cosa él me contestaba: “no tienes porque no quieres” o “¿no quieres mil pesos?” Así como insinuando.

Sin haber una razón el doctor permanecía por la tarde en el centro a sabiendas de que Janeth radicaba ahí. Esos ratos los dedicaba a insistir en tocar la puerta de su cuarto, para luego decir: “No, aquí nomás”.

Otro foco rojo fue cuando una vez le dio “raite” y empezó a decir: “si yo fuera el presidente municipal, te pusiera departamento”. O bien: “¡Ay! vienes pisando mi caja de condones, ten cuidado”. Otra más fue cuando la prestadora de servicio social estaba enferma y él le dijo: “ponte el termómetro rectal, se siente más rico”, según cuenta molesta.

Al ser el de Altar un centro de salud rural, Janeth decidida a terminar con la situación, presentó una queja ante el Jefe de Jurisdicción doctor Ramiro Laguna, quien se remitió a contestar: “¿No te gustaría tener vacaciones?” , “Y ten mucho cuidado con lo que dices porque es muy diferente que sea un poco graciosito y otra que sea libidinoso” A lo que ella contestó: “No, eso es acoso sexual”.

El Municipio de Altar está ubicado en la parte noroeste del Estado de Sonora, su cabecera municipal es la población de Altar. Es un sitio en donde hay menos mujeres que hombres, pues por 3,731 hombres, viven ahí 3,522 mujeres.

Ese fue el marco para que el director del centro de salud le mostrara las diversas formas en que se puede cometer acoso sexual: “Por ejemplo si yo andaba en la cocina y me agachaba por algo, hacía comentarios. Si colgaba mi ropa interior cuando lavaba, pues igual”.

Al presentar la queja, las represalias no se hicieron esperar: “Entonces como entre él y la otra pasante me empezaron a atosigar, para todo me echaban la culpa: si salía algo mal en el centro “tu tienes la culpa”. Me buscaban los expedientes y me perdían hojas, así como que me ponían muchas trampitas, para estarme…como para que me corrieran”.

El Código Penal de Sonora en su Artículo 212 Bis define el Hostigamiento sexual así: “Al que asedie, acose o solicite favores de naturaleza sexual para sí o para un tercero, con la amenaza de causar a la víctima un mal relacionado con las expectativas que pueda tener en el ámbito de una relación, bien sea entre superior o inferior jerárquico, entre iguales o en cualquier circunstancia que los relacione en el campo laboral, docente, doméstico, o cualquier otro, se le impondrá sanción de dos meses a dos años de prisión”.

“Si el hostigador fuese servidor público, y utilizase los medios o circunstancias que el encargo le proporcione, además de la pena prevista en el párrafo anterior se le destituirá de su cargo”.
Aún así, en respuesta a su queja se le suspendieron los fines de semana libres de descanso. Fue entonces cuando se decidió un martes a las doce de la noche ir a Mexicali, a hablar con el director de su Facultad quien le dio su apoyo.

Coincidiendo con ella en que eso es acoso, le recomendó que acudiera inmediatamente a poner una queja ante las instancias correspondientes en Sonora.

Janeth Córdova, no encontró la respuesta que esperaba: “Vine con la doctora Tinoco, el doctor Jiménez y el doctor Castillo, de la Secretaría de Salud y les platiqué, y no dijeron absolutamente nada”.

La promesa es que en unos días irán a investigar, lo cual atemoriza a la joven médica, ya que teme que las hostilidades aumenten en represalia a su denuncia.

“Me salí casi llorando porque me dio un chorro de coraje que siendo mujer me dijera así como que: pues tiene mucho tiempo y nunca hemos recibido ni una queja. Le dije: pues yo hasta de pacientes he recibido quejas de que es mañoso”, describe llorosa.

Otro ofrecimiento inicial fue el cambiarla al centro de salud de Tubutama el cual no cuenta con casa donde vivir. Ella misma habló con la presidenta municipal Karina García Gutiérrez, sin embargo, las condiciones en que tendría que hospedarse no son las apropiadas, pues le ofrecen vivir con una pareja a lo que expresa: “¿cómo voy a vivir con un Don que ni conozco”?

Al igual que Altar, Tubutama se ubica en el noroeste y también cuenta con menor cantidad de mujeres: 936 hombres y 854 mujeres.

Janeth no confía en que su caso prospere como denuncia, no obstante teme por la continuidad de su servicio social “Yo ya dejé la carta por escrito. Y ahorita como habló el director de la escuela (de Medicina), de volada me ofrecieron vacaciones, y yo dije: para nada quiero vacaciones todavía”.

“Me dijeron: bueno unos días de permiso, para el lunes te hablamos a ver si regresas. Le dije: bueno, pero cómo voy a estar…ayer en lo que fui a Mexicali gasté como 1500 pesos, no voy a estar yendo cada tres días a ver qué me dicen”.

Aunque considera que Altar es una buena zona, siente que ya no se puede quedar porque “le va a ir peor como mujer”. Espera que impere la razón ya que sin duda ha sido testiga de que las comunidades del rumbo son sumamente peligrosas.

Todavía recuerda el caso de una compañera de su universidad a quien le tumbaron la puerta a golpes, en la comunidad la Y Griega, de El Desemboque, en la costa. “Haces tres horas en carro para llegar. Es una comunidad seri super cerrada y peligrosa, de machete, drogadictos y narcos”, describe con horror.

“ Está bien peligroso porque te vas a terminar parte de la escuela y no sabes qué te va a pasar. Estoy poniendo la denuncia de acoso, ¿y si me hubieran violado qué? Ni modo, “30 mil pesos de tu seguro de vida, pero como no estás muerta, te vamos a dar cinco mil y te cambiamos a otra plaza donde no haya un hombre”, elucubra que sería la respuesta.

“Quiero terminar mi año de servicio, y quiero que no se me perjudique, voy a cumplir cinco meses, pero yo quiero terminar normal, no me había quejado para terminar bien, ya no quiero problemas, quiero nada más terminarlo bien y ya. Porque sea como sea, si te estás quejando sales más perjudicada tu que los que la están regando, no sabes para dónde hacerte”, finaliza.

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