jueves, 15 de mayo de 2008

Observatorio de medios

FUERA DE RUTA

Madres solas, ¿malas madres?

Margarita Bejarano Celaya*

En esta ocasión, 10 de mayo, fecha ícono de la cultura mexicana: el día de las madres, me referiré a las madres solas; es decir a aquellas que crían y educan a sus hij@s sin la participación activa -afectiva y económica- del padre.

Según datos del Consejo Nacional de Población para 2002, más de 24 millones de mujeres mexicanas son madres, de ellas aproximadamente 22 millones conviven con por lo menos uno de sus hijos o hijas (por alguna razón aproximadamente el 9 por ciento de éstas no convive con sus descendientes). De las madres que sí conviven con sus hij@s, una quinta parte, es decir 4.4 millones, son madres solas.

Habría que hacer de entrada una diferencia entre madres solteras, viudas y divorciadas o separadas, porque aunque todas ellas son madres solas, socialmente ocupan posiciones distintas y enfrentan por tanto problemáticas diferentes. La gran mayoría de las madres solas trabaja (71.8 por ciento), e independientemente de su estatus civil, edad o número de hijos, dedica extenuantes jornadas al trabajo fuera de casa, a las actividades del hogar y al cuidado de los hijos.

Con sus diferencias y en su diversidad, la mayoría de las madres solas enfrentan algún tipo de discriminación y carga social. Incluso las viudas, pues de acuerdo al rango de edad en que se encuentran la mayoría de ellas, tiene en promedio menor escolaridad y mayor número de descendientes que las otras madres solas y en muchos casos deben buscar el amparo de l@s hij@s mayores o de otros familiares para subsistir y sacar adelante a l@s menores, pues difícilmente encuentran empleo por su edad adulta.

Las madres solteras enfrentan el estereotipo de que son débiles y vulnerables y en muchos casos son señaladas por no cumplir con el modelo de mujer ‘virgen hasta el matrimonio’; la sociedad las juzga por transgredir el orden social que estigmatiza las relaciones sexuales prematrimoniales y además las tacha de ‘tontas’ por quedar embarazadas sin el apoyo de una pareja.

Por su parte, las madres separadas o divorciadas deben sobrellevar el peso de no haber podido sostener una estructura familiar, como tradicionalmente es concebida, muy a pesar de que en muchos de los casos son sus parejas quienes las abandonaron o, incluso, cuando las ahora madres solas dieron fin a la relación por tratarse de una dinámica violenta o por contar con un proyecto de vida profesional y personal que no comulga con el del esposo.

Así pues, lo que para muchas mujeres madres solas se convierte en una ganancia en el reconocimiento y ejercicio de sus derechos -sexuales, económicos y sociales- para la sociedad es indicativo de un solo hecho: madres solteras, separadas y divorciadas son transgresoras del orden social establecido.

En lo que respecta a los mitos de la maternidad sola, de entrada hay que decir que todos estos estereotipos asociados a estas madres son injustos y discriminatorios pues le dan connotaciones negativas y no juzgan en el mismo sentido a los padres que abandonan o que no asumen su paternidad.

Por otra parte, a menudo se dice que las madres solas son las más pobres de los pobres y además transmiten desventajas a sus hij@s ante la ausencia de un modelo masculino; sin embargo, serias investigaciones han dado evidencia empírica de que estas ideas no son generalizables.

Por el contrario, muchas familias encabezadas por mujeres logran mejorar sus niveles de vida después de la separación o abandono del padre por muchos motivos: los ingresos de las mujeres se destinan en mayor proporción a las necesidades familiares que a las personales, la tensión disminuye, se generan dinámicas de mayor confianza y menos violentas; además las madres solas alientan el desarrollo profesional de las hijas e hijos como una forma de salir de la marginación.

El tema tiene muchas aristas y el papel de las madres solas debe ser analizado en un contexto más amplio. Los cambios, económicos, sociales y demográficos que se han presenciado en el mundo en los últimos años han transformado la estructura de las familias en el mundo y en nuestro país.

Aunque desde el punto de vista sociológico sigue siendo una institución básica en la que se sustenta el funcionamiento de nuestras sociedades; la familia nuclear –formada por mamá, papá y vari@s hij@s– ha cedido espacios a familias de hij@s únicos, monoparentales, homosexual y mixtas o extensas, aunque algunas de ellas siempre han existido.

En este escenario dinámico, en muchas ocasiones la presión social y la carencia de oportunidades de trabajo, redes familiares y apoyo institucional para sacar adelante a su(s) descendiente(s) hacen que la maternidad en soledad se constituya en un grave problema. Pero hay que reconocer entonces que el problema de las madres solas no es sólo de ellas sino también de los padres que no viven con sus hij@s y de la sociedad en general.

En la medida en que como sociedad valoremos la necesidad de que los hombres reafirmen su masculinidad con formas más responsables de asumir la paternidad, se contribuiría en gran medida a aligerar la carga de muchas madres solas (y también de muchas madres con pareja).

*Maestra en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora, actualmente estudia el Doctorado en Ciencias Sociales con especialidad en Desarrollo Económico y Exclusión Social, mbejarano@posgrado.colson.edu.mx

No hay comentarios: