viernes, 25 de abril de 2008

Artículo

OBSERVATORIOS URBANOS

Cuerpos y sexualidades de crystal: mujeres que usan metanfetaminas

Gabriela Sánchez López*

En México, principalmente en los estados de Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Coahuila y Colima el uso de metanfetaminas se ha declarado un problema de salud pública a partir de 2002, sin embargo, aún desconocemos las principales motivaciones, funcionalidad y riesgos asociados al uso de crystal, en particular su relación con prácticas sexuales no seguras y el VIH.

En el imaginario social del uso de sustancias y del VIH, las jeringas gozan de un declarado protagonismo; ciertamente el uso de drogas inyectables ha venido siendo, desde el inicio de la epidemia, una de las principales prácticas de riesgo para la transmisión de VIH más no la única.

Investigaciones recientes han estimado que las transmisiones del VIH en el contexto del uso de sustancias, son mucho más frecuentes a través de la vía sexual que de la sanguínea, debido al esfuerzo realizado por organizaciones civiles y gubernamentales que han incidido positivamente con programas de intercambios de jeringuillas y otras estrategias, las cuales han logrado un impacto positivo en la modificación de conductas de riesgo de los usuarios de drogas inyectables. ¿Pero por qué resulta necesario establecer una relación entre las formas en que conceptualizamos el cuerpo, ejercemos nuestra sexualidad y el creciente uso de metanfetaminas?

De acuerdo con especialistas, el uso de metanfetaminas está asociado a prácticas sexuales de riesgo y es motivado por un profundo deseo de transformar, habitar y vivir placenteramente nuestras habitaciones de carme y hueso.

Particularmente en el caso de las mujeres, el uso de crystal otorga poder en tres ámbitos relevantes: el cuerpo, las relaciones sociales y la sexualidad. Para muchas de ellas, el crystal es una forma de retomar el control de sus cuerpos, una vez que se han resistido a negociar con unos kilos menos: bajar de peso “foko a fokito” parece ser una opción inmejorable.

El hostigamiento y la presión de los medios de comunicación y de una cultura que aprisiona nuestros cuerpos en una celda que mide 90-60-90, nos hace comprender por qué para muchas mujeres, perder peso es una cuestión de vida o muerte, sin importar que dichos métodos comprometan su salud.

Cuando los kilo se van, la seguridad y autoestima que antes estaban cubiertos bajo su rolliza piel, retornan con renovada fortaleza, facilitando y promoviendo sus relaciones sociales; no olvidemos que las metanfetaminas mejoran el humor, las ganas de hablar y salir por ahí, además de incrementar la energía y productividad para afrontar la crianza de los hijos y otras actividades domésticas. Por otra parte, sabemos que en general, el uso de metanfetaminas incrementa el deseo, el placer y la actividad sexual.

Existen diversas investigaciones que han corroborado que comparativamente con otras drogas, el crystal potenció el placer sexual de quienes lo usaron, sobre todo, desde el punto de vista y experiencia de las mujeres.

Otros estudios nos permiten explorar las prácticas sexuales de riesgo asociados al uso de metanfetaminas, y han descubierto que existen altos índices de relaciones sexuales sin protección entre mujeres habituadas, quienes registran en promedio de 7 a 8 parejas sexuales (por cada 2 meses) y que es común, más no una norma, el intercambio de sexo por drogas (Semple, 2004). En suma, las metanfetaminas se convierten en una panacea que peligrosamente incrementa sus capacidades para satisfacer las expectativas sociales (ser hermosas, eficientes, delgadas, buenas madres y amantes fogosas) pero disminuye su salud.

No podemos dejar de admitir que en algún momento de nuestras vidas, la gran mayoría de nosotras hemos estado sometidas a dietas o medicamentos para bajar de peso, con la intensión de tener mayor confianza en nuestros cuerpos, ya sea para atraer sexualmente o simplemente para sentirnos cómodas en ellos. Son muchas las mujeres que aún viven su sexualidad con el temor de ser juzgadas como gordas o feas, inseguridades que se han encarnado en cada rincón de la piel y de las cuales buscan desesperadamente desprenderse o modificarlas del modo que sea.

La metáfora del crystal es útil al momento de abordar la sexualidad y los cuerpos de las mujeres, pues no deja de advertirnos del peligro de una salud sexual sumamente frágil que se puede, como un vidrio fino, romper.

*Egresada de El Colegio de Sonora; investigadora y activista por los derechos a la salud de las y los usuarios de sustancias. En la actualidad hace investigación etnográfica en colaboración con CIESAS Occidente, en la sierra Mazateca de Oaxaca, gabysan78@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo... felicito a la autora por sus comentarios y observaciones referente al uso de drogas en mujeres, un tema no muy explorado y que da para mucho... enhorabuena.