Natalia
Mendoza y sus conversaciones del desierto
Silvia
Núñez Esquer
El amor de
nieta hizo regresar a Natalia Mendoza Rockwell al olor familiar de Altar,
Sonora. Al abrir los ojos a la adolescencia, cambió la rica vida cultural e intelectual
de la Ciudad de México y la opción de irse a vivir a Xalapa, Veracruz con su
madre, a la vida de rancho entre caballos y tardes de calor intenso, nos cuenta
en entrevista.
Los
desafíos que se ha planteado como investigadora tienen que ver con reforzar el
gran amor a la tierra de su padre: Altar, Sonora. Su niñez marcó su gusto por
el campo, por los ranchos, por los caballos. El cariño de su abuela y la
aceptación e inclusión como parte de la chamacada de Altar, la atraparon para
siempre, afirma con ojos de añoranza.
Descendiente
de una familia oriunda del desierto, pudo convivir verano a verano, y durante
periodos vacacionales escolares con las polvaredas levantadas por los caballos en
las carreras dominicales y el calor ardiente de los días interminables de
verano.
Los Mendoza
son una especie de marca de Altar, municipio ubicado en pleno desierto del
mismo nombre, a 98 kilómetros de la frontera con Estados Unidos. En la línea
divisoria de ambos países, continúa lo que corresponde al Estado de Arizona del
desierto de Altar, mismo que no es menos inclemente por sus temperaturas
extremas.
Toda la
gente conoce a la familia Mendoza, los respeta, y Natalia más porque además
quiere mucho a sus tías, tíos, primos y sobre todo a su abuela paterna. Es tan sonorense que al hablar de su madre
dice: “mi amá”. Sus abuelos paternos son su “nana” y su “tata”. Sus recuerdos
de infancia incluyen los paseos montando a caballo en el rancho familiar.
Altar sería
una región inhóspita de no ser por su gente, por quienes hicieron florecer la
agricultura y ganadería, hoy prácticamente quebrada por la incursión y toma de
territorio por parte del crimen organizado, particularmente el narcotráfico.
La cultura
del narco
Hija de
Antropóloga norteamericana y padre mexicano, la altareña de corazón se sentía atraída
por incluir, dentro de sus estudios culturales, cuál ha sido la influencia que
ha dejado el narco y en general el crimen organizado en su pueblo. Los relatos
narrados por su padre son la materia prima con que está construida su alma,
reconoce.
Como
Antropóloga buscaba explicaciones a las transformaciones culturales, incluida
la moral que más de las veces conocidas, demuestra que también tiene un precio.
Las relaciones familiares, económicas y culturales, son a menudo permeadas por
el arribo de personas inmiscuidas en el crimen organizado, como trabajadores.
Siendo
Altar un punto clave para el tráfico de enervantes y personas en forma ilegal,
constituyó la gran oportunidad para lograr el estudio etnográfico que tanto
había soñado hacer. En el libro “Conversaciones del desierto, cultura, moral y
tráfico de drogas”, editado por el Centro de Investigación y Docencia
Económicas, CIDE, quedó plasmada la investigación de Natalia Mendoza, la cual
nutrió con numerosas entrevistas realizadas en Altar a personas oriundas y
residentes del pueblo, así como a quienes han arribado al lugar migrando para
desempeñar algún tipo de trabajo legal, pero sobre todo ilegal.
Natalia
descubre que la moral tiene precio, pues si bien hay personajes locales
influyentes que critican las actividades criminales, de alguna manera éstas se
ven minimizadas si obtienen algún tipo de beneficio indirecto al convertirse en
proveedores de quienes viven del narcotráfico o del tráfico de seres humanos.
Otro
aspecto que se ha visto modificado es la forma de divertirse. Las carreras
parejeras de caballos, diversión familiar por excelencia de los domingos, se ha
visto combinada por los arrancones de los autos pick ups, nuevos, equipados,
fuertes, vehículos de trabajo utilizados para las actividades de quienes
trafican, administran o supervisan las actividades ilegales.
Si bien
“Conversaciones del desierto” no es un estudio sobre un tema de Economía
estrictamente, es el narcotráfico el origen del mismo, y el impacto que éste ha
suscitado en el municipio de Altar, Sonora, punto geográfico por donde pasan
ilegalmente a través del desierto, 12 mil personas al año hacia Estados Unidos.
Las costumbres, las tradiciones, las amistades, y el modo de tratarse entre los
altareños se han visto modificados, expone Natalia.
Un ejemplo
de la unión endémica que ha surgido entre los oriundos de Altar, es la forma de
reconocerse como iguales. Mientras que antes de la instalación del narcotráfico
como una actividad regular en ese territorio las familias se dividían entre
“los del centro” y “los de la orilla”, hoy día se auto segmentan en los de
Altar y los fuereños.
El
atractivo que representan para las adolescentes y jóvenes de Altar, relacionarse con los muchachos que evidencian
un poder adquisitivo de dispendio derivado de su trabajo en el crimen
organizado, es evidente. Esa vida efímera de lujos y abundante dinero en
efectivo, ha traído como consecuencia embarazos precoces entre las mujeres
oriundas y quienes llegan a trabajar, según la narración de Natalia Mendoza.
Otra
percepción significativa entre los testimonios analizados por Mendoza es que
dentro del crimen organizado hay niveles de “maldad”. Por ejemplo, si una
persona se dedica a comerciar con algún tipo de droga, no es malo, pues quien
la adquiere lo hizo por decisión propia. En cambio, quienes trafican con
personas y las roban o abandonan en el desierto, son de lo peor, ya que los
dejan desprotegidos y en peligro de muerte.
El riesgo
de explorar
¿Cómo se
atrevió Natalia Mendoza a adentrarse en las entrañas del quehacer de los
protagonistas del narco en Altar? Muy fácil, pues muchos de ellos son los
propios conocidos de su infancia. Son personas que siempre han vivido en el
pueblo. Unas de ellas muy respetadas por la población en general. A otras las
conoció hace tiempo, algunas más porque han pasado a ser del círculo de
amistades o emparentado con sus amigas o familiares, explica serena.
Natalia
quiso dar una visión distinta del impacto del narcotráfico en Altar, pues las
otras versiones tienen que ver con el efecto económico, cuantificado en
toneladas de drogas que van y vienen; o bien, con las leyendas de los grandes
capos y hasta los cuentos sobre los santos a los que éstos les rezan.
Pero ella
quería llegar al corazón de la “normalización” de las actividades ilegales,
desde la población misma que lo está viviendo. Por ello decidió regresar a su
Altar querido, para conversar con él. Cómo la gente empieza a convivir
normalmente con esta forma de trabajo, cómo lo juzga moralmente, y cómo lo
entiende localmente en forma distinta al discurso nacional, eran las
interrogantes iniciales.
Natalia
Mendoza no buscaba medir, pues eso ya lo hacen las instituciones, revelando
toneladas de droga incautada, o el número de muertos por el narco. Tampoco
quería juzgar, lo que deseaba indagar pretendía explicar, y sobre todo, entender.
No fue un enfoque policiaco, sino de escudriñar el aspecto cultural, por lo que
ella nunca lo vio como un proyecto riesgoso para su integridad.
El contar
con amigas que “la mayoría de ellas se habían relacionado con narcos o con
judiciales”, le daba un contexto de confianza para lograr su propósito. Sin
miedo realizó su trabajo de campo en el 2005, en el supuesto de que en realidad
los hombres involucrados la veían como “Una morra chilanga que anda haciendo
preguntas”, sin mayor importancia pues no se incluyen los nombres, ni lugares
específicos, sino percepciones, opiniones, y expectativas de vida.
“Para los
machos de allá, esto no tiene importancia, así que no significo una amenaza”,
expresa contundente. Confía en su capacidad para identificar cuando el costo es
mayor que el beneficio, por lo que sabe en dónde está el límite de la
exploración académica. Ejemplo de esto es cuando les ofreció “aventón” a ella y
a una amiga el novio de ésta, quien es judicial y en su pick up había varias
armas AK47, por lo que decidió no subirse ya que él andaba en una actividad de
su trabajo, y eso es algo “de lo que no vale la pena enterarse”, concluye.
Maestros,
esposas, hermanas, hijos e hijas, y vecinos, son quienes conformaban el
universo de informantes, no para buscar la acusación, sino la opinión.
“Conversaciones
del Desierto” fue su trabajo de tesis de Licenciatura, recomendado para
publicación, por el comité de titulación. Este libro editado en 2008, nunca se
ha presentado en Sonora. Primero porque ella no estaba en el país cuando se
publicó. Después porque nadie se comprometió a impulsar su presentación en
nuestro Estado.
A este
respecto, Natalia opina que su libro no está escrito para las y los sonorenses,
ya que no tiene nada qué contarles. Más bien el texto está narrado para la
gente del sur del país, quienes en su mayoría nunca han estado por estos
lugares. “¿Yo qué les voy a contar de esto a los sonorenses?”, se cuestiona.
Sin
embargo, “Conversaciones del desierto” muestra una vida desconocida para el
resto de la entidad, que ha transformado la vida cotidiana de Altar, municipio
con una población total de 9,049 habitantes.
El poblado que ha cambiado drásticamente
con los narcos reconocidos como “empresarios” respetables, y con el arribo de
los “sinaloas” quienes a decir de los testimonios recabados “provocan” a los
sonorenses, pero en forma mucho más violenta y rápida. Es un texto de obligada
lectura para, como lo buscó Natalia, explicar qué está pasando cultural, moral
y socialmente en Altar.
Otros
textos de Natalia Mendoza Rockwell relacionados, se han publicado en Revista Proceso,
Diario La Jornada, Letras Libres, y actualmente publica en Revista Nexos.
*Agradecemos la colaboración de Anita Mendoza Ochoa para la realización de
esta entrevista
Conversaciones del desierto,
cultura, moral y tráfico de drogas, Natalia Mendoza Rockwell, CIDE, México, 2008
Otros datos de Altar:
Población total 9,049
Población total hombres 4,624
Población total mujeres 4,425
Fuente: INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010 | ||
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