Margarita Bejarano Celaya*
Ante
la posible confirmación de que Enrique Peña Nieto asuma la Presidencia de la
República, se especula sobre la actuación protagónica de Angélica Rivera como
“primera dama” del país. Aunque hemos votado para elegir presidentes y no para
que sus parejas asuman facultades y actividades de interés nacional, el papel de
las esposas de los presidentes ha estado marcado por responsabilidades
impuestas o asumidas voluntaria y tácitamente. Las opiniones no discuten sólo las
atribuciones implícitas –no constitucionales y no reguladas- de ser la pareja
sentimental del hombre que tiene a su cargo la administración del
país y al que legalmente se le confieren facultades para procurar el bienestar
de la población, pero sí la pertinencia de que una mujer del espectáculo ocupe
ese papel asistencial vinculado a la reproducción de valores tradicionales.
El
debate está inserto en uno más amplio, refleja la situación de las mujeres
mexicanas y su posición en la estructura social. Se trata de la situación
subordinada de las mujeres en todos los ámbitos de acción, misma que permite
que sean violentadas de múltiples formas: que se le impongan actividades y
trabajos no remunerados, no regulados y socialmente devaluados; cargas y roles
contradictorios, así como la exposición pública por su desempeño, entre otras
manifestaciones de violencia simbólica, económica y comunitaria hacia las
mujeres y lo femenino.
Justo
un día previo a las votaciones, en Hermosillo más de un centenar de personas salieron
a la calle, con vistosos y atrevidos atuendos, lucieron sus cuerpos
semidesnudos y pintados con consignas reivindicativas del derecho de las
mujeres a vivir libres de violencia en la casa, el trabajo y la calle: se vivió
La Marcha de las Putas en Hermosillo. Pese a lo que simplistamente algunos
medios de comunicación recogieron, no se trataba de una manifestación del
gremio de las trabajadoras sexuales, sino de una sarcástica manera de decir
basta de que a las mujeres se les culpabilice por la violencia sexual que
enfrentan. Vale la pena recordar que The
Sluts Walk (nombre original) es un movimiento iniciado en Canadá en 2011 ante
la indignación que causara la declaración del policía Michael Sanguinetti de
que las mujeres deberían dejar de vestirse como putas si querían evitar ser
violadas y agredidas sexualmente.
Uno
de los objetivos de La Marcha es dejar claro a la sociedad que no importa cómo
las mujeres se vistan, cómo luzcan, en qué trabajen, cuál sea su expresión de
la sexualidad, si andan solas o acompañadas, que no importa la hora y el lugar
en que se encuentren… su cuerpo y su dignidad no deben ser blanco de violencia,
no deben ser objeto de insulto y degradación sólo por ser mujeres.
Aplica esto
perfectamente a la discusión del papel de consorte del virtual presidente, ya
que lo que priva en el caso específico de Angélica Rivera, no ha sido un serio
cuestionamiento de la figura innecesaria de la primera dama, la transparencia
de los recursos que manejará y la pertinencia de sus actos públicos; lo que ha sobresalido
es la valoración de su desempeño como mujer, aduciendo a detalles de su vida
personal -que por cierto no cumplen con el estereotipo aceptado
tradicionalmente como una buena mujer y madre de familia.
Personalmente
creo que se vale criticar el desempeño profesional de cualquier mujer y su
posible papel como primera dama. Lo no válido es juzgarla por el sólo hecho de
no ajustarse a lo socialmente esperado de ella (ser esposa del mismo hombre
hasta que la muerte llegue, hacerse cargo del cuidado de la familia, no lucir
su cuerpo desnudo -o semi- en fotografías y películas). No es válido estigmatizar
su profesión y sentirse con poder de cuestionar su vida íntima como si fuera de
interés social. No se debe permitir que se denigre su humanidad por un
estereotipo sexista que busca devaluar lo femenino y transgredir los límites de
lo público y lo privado. No se trata sólo de tener la “suerte” de ser consorte
del presidente o de ser puta, se trata de respetar la mera coincidencia
biológica y social de ser mujer de la manera en que lo quiera ser.
*Doctora
en Ciencias Sociales, El Colegio de Sonora
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