Me dirijo a
todas y todos ustedes que han participado en las anteriores marchas y de seguro
participaron ayer en la gran marcha del Tercer aniversario de la atrocidad en
donde murieron 49 mártires de la corrupción y colusión entre los poderes
político y económico de México. A ustedes que como yo, están convencidos de que
ambos poderes llevan la misma sangre por
donde corre el torrente de la avaricia. A ciudadanas y ciudadanos solidarios,
pero también a ustedes que son madres y padres afectados, o familiares de las
niñas y niños ABC.
Quiero
felicitarlos porque ayer demostramos una vez más que Hermosillo mantiene
intacta su memoria. La marcha del 5 de junio nos debe llenar de orgullo, de
satisfacción por el deber cumplido. Una opción que nos han intentado robar,
haciéndonos creer que expresar los pensamientos públicamente es “vandalismo”.
Llamando “rayar” a un acto humano de los más importantes: plasmar por medio del
lenguaje escrito el pensamiento complejo que sintetiza una postura ante la
vida.
Me dirijo a
ustedes, porque aunque no militen constantemente en la ahora Asociación Civil Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de
junio, sin duda son parte de él. Todos aquellos que hagamos nuestra la
exigencia de justicia para las víctimas y sus familias, formamos el Movimiento
5 de junio.
Los que
llegamos a la plaza Emiliana de Zubeldía el 7 de junio de 2009, confundidos por
lo increíble de la conflagración. Los que dedicaron horas de su vida en las
reuniones diarias de los primeros meses, en donde se definían estrategias
jurídicas y de movilización ciudadana. Los que acompañaron a madres y padres
incondicionalmente en las marchas, en las caravanas, en las manifestaciones y
protestas.
Quienes
brindaron sus bardas para imprimir un pedazo de memoria que esperemos,
permanezca indeleble. A quienes ofrecieron un vaso con agua para quienes padecían
sequedad en la garganta por tanto llorar. A quienes se solidarizaron en los
primeros momentos acudiendo a la plaza universitaria para ofrecer sus servicios
como profesionistas. Quienes escribieron poemas, pensamientos, artículos,
columnas, ensayos, ponencias, y otros textos. Las niñas y niños que hicieron
dibujos y otras ofrendas para honrar la memoria de los pequeños mártires.
El
compañero que escribió los primeros manifiestos con reclamos totalmente vigentes
a tres años de distancia. Cada una de las personas que se esmeraron en idear o
recuperar una consigna, una frase, una cita literaria para llevarla a las
marchas y expresar su indignación. Los sindicatos de trabajadores que se
solidarizaron y organizaron brigadas y eventos de apoyo.
Las y los
periodistas, fotógrafos, camarógrafos que privilegiaron la objetividad y la
sensibilidad al formular sus notas. Las reporteras y reporteros que no tenían
orden de trabajo para cubrir la marcha, y decidieron guardar grabadora y
libreta, para acompañar voluntaria, silenciosa y discretamente a los dolientes.
Los
artistas plásticos que difunden la magnitud de la tragedia a través de la
fotografía y la pintura.
Quienes
preocupados por dejar testimonio video gráfico y cinematográfico sobre el
crimen ABC han emprendido la difícil y
costosa tarea de concretar obras para la posteridad, que puedan ser vistas en
múltiples partes del mundo.
Los
artistas de la música que con la espontánea creación de temas de diversos
géneros, contribuyeron a narrar lo sucedido el 5 de junio y se aventuraron a
retratar nuestros sentimientos como ciudadanía, lo que seguramente ayudará a explicar a las futuras
generaciones nuestro actuar ante la desgracia.
La
comunidad virtual de las redes sociales que con un pequeño movimiento de sus
dedos, hace crecer al gigante de la conciencia, y presiona para mover la
montaña de la intransigencia gubernamental.
Las
personas que erigieron ofrendas y memoriales en otros puntos del Estado y del
país. Las académicas que se propusieron organizar foros de discusión.
Las y los
jóvenes que muestran su solidaridad vertiendo su creatividad en zancos, en patines, a pié, bailando,
cantando, o girando un aro. Los solemnes tambores a la vanguardia de las
marchas, tocados por personas solidarias. Los sacerdotes congruentes con el
cristianismo se han puesto de parte de las madres trabajadoras y de los padres
que perdieron a sus hijos, y no del lado de los empresarios y políticos que se
atreven a auto eximirse de responsabilidad por la muerte de 49 niñas y niños.
Las
organizaciones sociales nacionales que han apoyado a madres, padres,
familiares, vecinos y profesionistas afectados por la tragedia. Los colectivos
promotores y defensores de derechos humanos, que han compartido su experiencia
en hacer política ciudadana desde el enfoque de defensa de los derechos
humanos.
El
Movimiento 5 de junio es también la señora de 104 años de edad que marcha una y
otra vez para expresar su solidaridad. Las niñas y niños que pertenecen a una generación
marcada por tres años de educación cívica práctica, que no la hubieran
adquirido en libros ni en la escuela. Los niños que nacieron en 2009 que sabrán
que vieron la luz por primera vez en “el año de la tragedia”.
Todas las
personas que dedicaron tiempo a escuchar las acusaciones y defensa al Estado
mexicano, a las instituciones federales y estatales, así como a los dueños de
la Guardería ABC, y que levantaron su mano para sentenciarlos como culpables
durante los juicios ciudadanos.
Los
ministros de la SCJN que desquitaron su salario, analizando y votando por
responsabilizar a funcionarios y dueños de la estancia infantil por la muerte
de 49 niñas y niños. Cada persona que lleva una veladora a las vigilias. Cada
uno de los hermosillenses que cuando pasa por las 49 crucecitas se detiene a observarlas para meditar con un
profundo respeto, sin dañarlas. Las mujeres que se reúnen en la Plaza Emiliana
de Zubeldía a bordar por la justicia.
A los
camioneros urbanos que decidieron renunciar por unos días a la posibilidad de
obtener un ingreso por anunciar a algún candidato en pleno periodo electoral, al
portar la imagen y nombre de cada una de las pequeñas víctimas del 5 de junio.
Las madres
y padres que decidieron explorar diversas formas de estrategias jurídicas para
demandar justicia, sin perder la perspectiva de la movilización ciudadana.
Todos y
todas somos el Movimiento 5 de junio, ese que ayer cimbró los ocho kilómetros
del corredor de la memoria.
La marcha
de ayer debe enorgullecernos porque fue nuestra. Todas y todos abrazamos a
madres y padres que ya no marchan con la profunda tristeza de la soledad y la
desesperanza que les dejó la pérdida de sus pequeños fallecidos. Ahora caminan
invadidos por un dolor maduro que forma parte de la confianza en nuestro apoyo,
y motivados por el juramento de no descansar hasta que se haga justicia por el
horrendo crimen de sus hijas e hijos.
Ellas y
ellos sienten nuestro acompañamiento, saben que no están solos. El mar de amor de
que habla Elena Poniatowska los invadió, en él navegaron anoche, y ello les
confirmó que son auténticos representantes de una indignación que también es
nuestra.
La marcha
de ayer fue la primera en que no lloré. Mi participación fue de un respeto
sereno, de una solidaridad incondicional. Fue también de una indudable certeza
de que todas las próximas marchas serán copiosas, nutridas, vigorosas,
ordenadas, hermanadas por un sentimiento de indignación y de fortaleza
colectiva.
Pero las
niñas y niños caídos duelen. Sus caritas en los transportes enfilados para
regresar a la gente al principio de la marcha, oprimían el corazón. Que 50
camiones dejen de circular implica una pérdida económica, pero lo de ayer fue
de una enorme ganancia cívica. La lección no fue sólo para tantas niñas y niños
que ahora saben lo que es la determinación ciudadana, sino para los adultos
mismos. El término solidaridad, manoseado por administraciones gubernamentales pasadas
recobró sentido, nosotros lo re significamos. Anoche nos apropiamos de él, lo
volvimos a hacer nuestro para no volverlo a soltar.
Aún así, la
ausencia de 49 niñas y niños, pesa. Tal vez por ello desde el momento en que
culminó el acto conmemorativo del tercer aniversario, en donde venturosamente participamos
entre 10 mil y 12 mil personas, me he estado preguntando:
¿Por qué si
nos fue tan bien me siento tan mal?
Silvia Núñez Esquer
Hermosillo, Sonora, 6 de junio de 2012
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