martes, 8 de julio de 2008

Observatorio de medios

Fuera de ruta

BEJARANO CELAYA

Violencia de género. ¡Aquí sí hace falta una mano dura!

Todas las mujeres hemos tenido que soportar si no un golpe o una violación, sí una amenaza, sí una burla, sí una ofensa, sí una prohibición, sí una mirada lasciva.Esto es violencia. No importa cuan bellas o gordas estemos, sucede así por el sólo hecho de que somos mujeres.
Pero si usted que me lee piensa dejar este artículo porque cree que este asunto es cosa de mujeres, ¡deténgase! O mejor dicho: ¡Continúe por favor!, la violencia de género es un asunto de hombres y de mujeres y de cómo nos relacionamos.

Hasta hace poco menos de dos décadas, hablar de violencia contra la mujer o violencia de género no estaba en la agenda pública. El problema se ha visibilizado por las alarmantes cifras que lo ilustran como problema social, pero también de seguridad pública, de salud, de exclusión social y de violación de derechos humanos.

Sonora, que para muchos es el Estado ideal, ocupó de acuerdo a las cifras de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares, (ENDIREH) de INEGI, el primer lugar nacional en violencia contra las mujeres en 2003 y de acuerdo a los resultados de 2006, se encuentra por encima del índice promedio con 68.5 por ciento, contra 67 a nivel nacional.

Por si esto no fuera poco en 2004 nuestra entidad ocupó el cuarto lugar -junto con Jalisco y Nayarit- en incidencia de muertes violentas en mujeres, sólo después de Chihuahua, Zacatecas y Michoacán.De acuerdo a la información que la Organización Nosotras Ciudadanas por la No Violencia contra las Mujeres, publica en su sitio de Internet(www.freewebs.com/nosotrasciudadanas/) de 2000 al mes de abril de 2008, se han registrado en la entidad 223 casos de feminicidio, la mayoría de estas mujeres murieron por manos conocidas, por el esposo, novio, pareja o expareja sentimental.

La principal causa: los celos.Las cifras son alarmantes, pero probablemente en realidad son más crudas: la violencia es una práctica protegida por el silencio. Muchas mujeres no denuncian que son violentadas porque son amenazadas y sometidas por sus agresores, porque tienen miedo de hablar, porque no creen en el sistema de justicia, porque su autoestima ha sido tan dañada que no reconocen que tienen derechos, o bien porque -aunque parezca mentira- ni siquiera saben que tienen derechos y que están siendo víctimas de violencia.

En Sonora se celebra que se realicen campañas contra la violencia hacia las mujeres, que se aprueben reformas a la ley que hagan más duras las penas de los agresores y que pongan candados al otorgamiento del perdón por parte de las víctimas; sin embargo no es sólo endureciendo la ley como se va a acabar con el fenómeno, porque repito: éste es un problema de desigualdad.

La violencia es una conducta humana aprendida, no natural, y fortalecida en la experiencia cotidiana, implica realizar acciones u omisiones para transgredir la voluntad de los demás y controlarles, someterles o dominarles. Incluso, al interior de la familia -institución básica de la sociedad- que más que ser un espacio de crecimiento, tranquilidad y amor para muchas mujeres, niños y ancianos, es un entorno potencialmente peligroso en el cual también se pueden violar sus derechos humanos.Los costos de la violencia son enormes y los gobiernos no han logrado desarrollar políticas públicas integrales para su combate, pues no se ha conseguido atacar el mal de raíz.

El gasto público etiquetado para mujeres y combate a la violencia no implica por sí sólo una solución del problema, ha faltado mano dura en el diseño de las políticas y del presupuesto, en la aplicación de la ley y en la impartición de justicia. Mientras no se ataque la desigualdad entre hombres y mujeres, no se avanzará en la construcción de una sociedad más justa.

Mejorar la equidad, mediante la inclusión transversal de la perspectiva de género en las políticas y presupuestos públicos, no sólo reduciría los índices de violencia de género e intrafamiliar, sino que abonaría a un mejor funcionamiento de las instituciones, a la reducción de confl ictos, al avance democrático y, en términos generales, al logro de una economía más efi ciente.

Maestra en Ciencias Sociales, estudiante del doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de Sonora, mbejarano@posgrado.colson.edu.mx

Publicado en: Periódico Expreso, 5 julio 2008

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