lunes, 12 de marzo de 2012

Los derechos de las mujeres entre dos aguas

Z. Margarita Bejarano Celaya[1]

Hace más de un siglo se instauró la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres, como una acción afirmativa para visibilizar las luchas de las mujeres por sus derechos civiles y laborales. Pese a la incansable labor que han hecho muchas mujeres en lo particular y/o en organizaciones, con el apoyo solidario de hombres e instituciones, la consigna de pleno respeto a sus derechos todos no ha sido alcanzada. Hoy más que nunca se reconoce la vigencia del 8 de marzo como un necesario día de reflexión en torno a la situación de las mujeres en los diferentes espacios, aunque desde luego todos los días deben ser de acción por cambiar la situación de inequidad.

En 1911, cuando la socialista Clara Zeltkin proponía que día de la mujer fuera de conmemoración internacional, todavía se libraba una batalla por el reconocimiento de las mujeres como humanas y ciudadanas; en México, por ejemplo, las mujeres éramos consideradas como menores y dependientes, no teníamos todavía facultades para votar y ser votadas; sin embargo aunque se ha avanzado en muchos aspectos también se han acumulado una serie de pendientes y se han agregado nuevos causales de indignación producto de los cambios sociales y económicos. Cuando se cuestiona sobre la relevancia de estos actos simbólicos y su pertinencia es que hacer este tipo de ejercicios resulta útil para entender que las protestas y las manifestaciones, los eventos que visibilizan los trabajos y las potencialidades de las mujeres como personas inteligentes, autónomas y productivas ayudan en el avance y reconocimiento de sus derechos.

Actualmente, nadie negaría en público que las mujeres sean ciudadanas, que las trabajadoras tengan los mismos derechos laborales que los hombres. El discurso debe incluir los términos de equidad, igualdad, derechos humanos, perspectiva de género, sustentabilidad y una larga lista de etcéteras, para cumplir con lo políticamente correcto, con lo que todas y todos queremos escuchar. Pero en la práctica, nos enfrentamos a una realidad muy distinta, nos cuesta trabajo hacer tangibles esos conceptos. Por ejemplo: el 28 de febrero un grupo de maestras y trabajadores del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Universidad de Sonora realizaron una marcha en protesta porque el Departamento de Recursos Humanos les negó a tres maestras de horas sueltas el permiso de lactancia, al que por contrato colectivo tienen derecho. Esto es una franca violación, no a uno sino a varios derechos humanos y laborales de las trabajadoras y de sus hijas e hijos. Sucede justamente cuando se supone que todas las instituciones de educación superior pertenecientes a la ANUIES deben tener un programa transversal de perspectiva de género y cuando en la Universidad se han iniciado varias acciones muy loables para llevarlo a la práctica ¿Qué está pasando?

Mientras acompañaba a las maestras manifestantes -y coreábamos la consigna: ¡Maestras lactando seguimos trabajando!- pude escuchar a varias maestras adultas que instaban a las más jóvenes a no desistir de la lucha, ya que ellas en su momento se vieron forzadas a abandonar horas de trabajo y retrasar sus promociones o aspiraciones del tiempo completo mientras sus hijas/os eran pequeños y requerían más cuidados.  Afortunadamente estas maestras jóvenes cuentan con el apoyo de sus compañeras y compañeros de trabajo, de un sindicato, de organizaciones feministas, de medios de comunicación y encontraron un espacio de interlocución positivo con las autoridades universitarias. Al parecer sus dos descansos diarios de 45 minutos serán respetados. Lo cierto es que si no se organizan, si no se hacen visibles, las trabajadoras, las mujeres están en medio del discurso progresista y de las prácticas tradicionales que las subordinan y les niegan sus derechos.


[1] Doctora en Ciencias Sociales por el Colegio de Sonora, especialidad en Desarrollo Económico y Exclusión Social. mbejarano@colson.edu.mx.

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